FÚTBOL

Ancelotti, entre lágrimas al ser investido doctor honoris causa: "Nací en una familia de campesinos"

El entrenador del Real Madrid se emociona durante su ceremonia de investidura en la Universidad de Parma. "En mi familia todos lloramos, va en los genes".

Carlo Ancelotti, durante su investidura como doctor honoris causa. /Julio Ocampo
Carlo Ancelotti, durante su investidura como doctor honoris causa. Julio Ocampo
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Parma.-Corría el 10 de octubre de 2005 cuando Arrigo Sacchi se endosaba la toga en el aula magna de la Universidad Carlo Bo, en Urbino. El rector -Giovanni Bogliolo- le concedió este título honorífico "en virtud de sus motivaciones técnicas, científicas, culturales y humanas". El primero en felicitarle fue el entonces entrenador del Milan, Carlo Ancelotti: "Ciao Dottore". Su antecesor, emocionado, lanzó una sentencia lacónica y profética, vaticinando un cambio de poderes en el tablero futbolístico: "Grazie Carletto. Tú nos superarás a todos".

Finalmente llegó ese día. En un encapotado 11 de octubre, el Auditorium Paganini de la Universidad de Parma se engalanó de purpurina para recibir a su rey, emocionado visiblemente cuando escuchaba a dos chicas del conservatorio Arrigo Boito de Parma tocar el himno de la Décima. "Un honor. Me gusta que me llamen Doctor. Quiero hablar de mi infancia, serena y tranquila. Muy humilde. Sin internet, ni móviles o consolas. Balón y oratorio. El deporte me ayudó a adquirir valores, a saber escuchar y comprender que el tiempo cambia los métodos de todo. También en el fútbol. He aprendido a no ser egoísta. A persuadir en lugar de imponer. Ha sido un viaje largo de 44 años que aún sigue en el futuro. La pasión, el equilibrio, la calma, la tranquilidad y la paciencia me ayudan", argumentó desde lo más alto el técnico del Real Madrid.

La propuesta de investidura, formulada por el departamento de medicina y cirugía, fue aprobada por el senado académico del Ateneo Emiliano, avalada a su vez por la ministra de Universidades e Investigación: Anna Maria Bernini. El premio es un reconocimiento a su figura como deportista, pero sobre todo al lado humano, que en este caso deja en un segundo plano un ingente palmarés como entrenador y jugador. "Para nosotros es un gran honor. Una satisfacción enorme que Carlo haya aceptado nuestro reconocimiento, que por otro lado llega de una ciudad clave en su vida. Es un embajador de nuestro país, de todo nuestro territorio en el mundo", afirma el rector Paolo Andrei.

Ancelotti durante su acto de investidura como doctor honoris causa.

Al preciado acto acudieron también Prisco Mirandola, presidente del curso de Laurea magistrale en ciencias técnicas, y Marco Vitale, quien hace las veces de delegado del rector para el deporte y presidente del comité sport universitario. Una vez leídos los motivos de la designación, el técnico blanco tuvo su lectio doctoralis, titulada así: Il calcio, una scuola di vita. Fue su primera ponencia como doctor. Delante estaba su hermana Angela, su mujer, sus amigos y admiradores. Su gente, al fin y al cabo. De Ariedo Braida a Sacchi, su primer gran maestro. "La diferencia entre el talento puro y el buen jugador es que éste último es altruista", reconoce.

Su querida Parma

Aunque nació en Reggiolo (Emilia-Romaña) en el año 1959, Parma es territorio Carlo. Fue su entrenador durante dos temporadas a mediados de los noventa, en lo que supuso su debut en la máxima categoría. Además, allí militó tres cursos (Serie C; 1976-79) como jugador tras haberse forjado todo el año anterior en la cantera. "Nací en una familia de campesinos. Siempre fuimos pobres, pero educados", confiesa el entrenador italiano en su biografía, escrita con el periodista Alessandro Alciato: Preferisco la coppa. Una frase que ha repetido este miércoles desde el atril.

Hay una historia del Ancelotti adolescente que ya iluminaba una vida deportiva de éxito, de cine. Era un domingo plomizo del año 1975, cuando en el estadio Cittadela de Parma se disputó algo más que un partido amistoso de fútbol. A un lado estaba el equipo que había reclutado el escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini, quien estaba rodando la película Saló, 120 días de Sodoma; al otro su colega Bernardo Bertolucci, involucrado en la cinta Novecento, una fotografía italiana entre la Gran Guerra y el Fascismo. El partido lo gobernó la ingente troupe que estaba plasmando la difícil amistad entre Alfredo (Robert De Niro), hijo de terratenientes, y Olmo (Gerard Depardieu), proveniente de una familia campesina y de agricultores. En ese equipo estaba un jovencísimo Carlo Ancelotti, fichado por Bernardo para la ocasión. Tenía quince años.

Esa pachanga entre dos mundos, con Carlo como gran protagonista, terminó en documental (Novecento vs. 120) en 2019. Por entonces Ancelotti ya había recibido su primera carrera honorífica de comunicación y deporte en la Universidad de Plovdiv (Bulgaría). Pero faltaba el reconocimiento al profeta en casa, donde ha llegado con la mochila llena de títulos y la ilusión por seguir recogiéndolos. "El fútbol es una escuela de vida". Lo confiesa en una entrevista exclusiva que publica la Gazzetta di Parma este miércoles.

La emoción de Ancelotti durante el acto

Traje y chaqueta negros y con camisa blanca. Así es como emerge -ahora y siempre- desde su nuevo púlpito. Le ha precedido el periodista y amigo de La Gazzetta dello Sport, Luigi Garlando, quien de Ancelotti aprecia principalmente su resiliencia. "Atravesaba el campo de fútbol con la fuerza de un tractor. En Roma conoció el dolor con las lesiones… Y hay un partido que ama especialmente…" Es la final de la Champions contra el Liverpool en 2005, cuando perdió en penaltis tras ir ganando 3-0 al descanso. Galliani jamás pudo volver a verla por televisión. Carlo, sin embargo, siempre lo tuvo claro. "Adriano, fue la mejor final que jugamos jamás. Hay que verla una y otra vez. Tenemos que estar orgullosos". Porque sí. Ancelotti, como los buenos profesores, en el fondo no ha enseñado nada. Su magisterio ha sido iluminar lo que sus futbolistas ya tenían dentro de sí. "El título lo dedico a mi mujer, a mi hermana, mis hijos y mis nietos, porque soy abuelo. En mi familia todos lloramos en momentos como éste. Va en los genes. Lo siento".