La desesperante táctica de Real Madrid y Atlético de tirar el primer partido por pensar tanto en el segundo

El que se quede tirado de mala manera en los octavos de final, que uno se quedará sin duda, seguro que lamentará y maldecirá haber especulado tanto en el primer partido por pensar tanto en el segundo. Suele pasar en esta competición, pero, posiblemente, Real Madrid y Atlético se pasaron de cálculo y llevaron a la máxima expresión la teoría de dejar para mañana lo que podían haber medio solucionado hoy, o ayer en este caso. Uno lo pagará claro y caro. A los dos equipos hay que acusarles por igual de timoratos. Los dos tuvieron su momento en el partido para intentar dar el golpe definitivo y no quisieron tirar de la cuerda ni estirar el oportunismo creado.
Cuando un equipo (Real Madrid) se pone por delante en el minuto cuatro y el contrario muestra sus debilidades, el partido te pide, y más jugando en casa, meter el dedo en la herida mostrada por Javi Galán por su banda. No lo hizo. Un amago de Vinicius y poco más. Cuando el equipo (Atlético) que está perdiendo y no termina de entrar en el partido se encuentra en una maravillosa acción individual con el gol del empate y la posibilidad de volver a empezar y no es capaz de dar un paso al frente e intentar medir la capacidad defensiva del rival y ni siquiera lo intenta, es que no tiene la suficiente confianza en sí mismo para aprovechar el momento.
Nunca terminaré de comprender, y menos ahora que los goles en campo contrario no valen doble, por qué los equipos en estas eliminatorias piensan tanto en el segundo partido cuando si aprovecharon su momento podían resolver la clasificación en el primero. No fue un duelo digno de la competición. Todo lo contrario. Atlético y Madrid jugaron andando, al pie, mirando, respetándose más de la cuenta. Una docena de acciones individuales, goles incluidos, y poco más. Mínimas jugadas colectivas, escaso juego asociativo. Posiblemente la razón de esa escasez futbolística haya que encontrarla en la disposición táctica de los dos conjuntos. Dos 1-4-4-2 chatos, mellados. Sin profundidad.
Pocos centrocampistas naturales. Si estrujamos en la pizarra. Dos y dos. Camavinga y Tchouemeni por un lado y De Paul y Pablo Barrios, por el otro. Los hombres de las bandas se sentían por sus características, más delanteros que volantes. Tanto Brahim y Rodrygo, como Giuliano y Lino. Ancelotti se sintió cómodo en la ventaja en el marcador y Simeone no estaba descontento con la desventaja mínima y cuando hizo los cambios pensó más en ajustar y achicar los espacios defensivos que buscar los huecos ofensivos. Acabó con la defensa de cinco, que podía de ser de seis, y no tuvo ni oportunidad de enlazar esa conexión que los cambios suelen ofrecerle.
Pues ya está. Para qué vamos a darle más vueltas. La eliminatoria está donde los dos equipos quisieron. Estaban obsesionados con la vuelta del Metropolitano y ahí están. Pero ahora el Real Madrid tiene un gol de ventaja, que puede parecer poca renta pero puede ser mayor de lo que parece. Al tiempo.