Rodrygo saca del barro al Real Madrid

El deber le ganó el pulso a la ilusión y el Real Madrid, con ocho titulares en el sofá de casa, logró el triunfo ante el Cacereño tras un partido que lo tuvo que roer y sudar muchísimo. El equipo de 2ª RFEF plantó cara a los blancos y, entre su valentía y un césped que era un patatal, atascaron a los de Ancelotti, muy molesto con el estado del terreno de juego. No fue hasta el minuto 69 cuando los madridistas pudieron sonreír gracias a un golazo de Rodrygo, su mejor homenaje a Pelé, que mete al Madrid en octavos.

El partido en el Príncipe Felipe volvió a poner de relevancia que el equipo blanco mira a la Copa con cierto desdén. Mal partido en el que llegó a tontear con otro disgusto. Y esa actitud pone a cualquiera en el abismo si enfrente se encuentra con un rival revolucionado y embriagado por el entusiasmo y el arrojo. Nivela diferencias. También la noche sirvió para comprobar que Ancelotti puede contar con Lunin, metido; con Nacho, comprometido; con Rodrygo, determinante; y con la cantera (debutó Álvaro Rodríguez y jugó Arribas). No así con Hazard, que volvió a no comparecer. Lo suyo sí que fue una alineación indebida.

Soluciones brillantes ante problemas complejos. Rodrygo no es jugador de lírica, él va al grano. Es probable que como no anda por las ramas no acapara tanto protagonismo, pero sus botas son granadas y su talento no encuentra el techo. En Cáceres se sacó un golazo, uno de los más preciosos que ha hecho con la camiseta blanca, para sacar al Real Madrid del barro y de un aprieto. Recibió de Ceballos, agarró la pelota, con dos toques se deshizo de Aguado y Clausí y evitó al tercer marcador con un derechazo a la escuadra. Rodrygo, ex del Santos, no encontró mejor manera de homenajear a Pelé que dibujar un cuadro que bien podría haber pintado la leyenda. Fue O Rei en el Príncipe Felipe.

La de Hazard en Cáceres sí que fue una alineación indebida, como la mayoría desde que llegó al Madrid. La Copa se ha convertido en el único asidero al que el belga puede agarrarse para no terminar por hundirse. Sin embargo, ese jugador que costó cien millones de euros y que vino a heredar el espacio y la relevancia de Cristiano, ya no está ni para eso. Contra el Cacereño fue, otra vez, intrascendente. Cero disparos, cero regates completados, 24 toques y cinco pérdidas de balón.

Nadie duda de la voluntad que pone ni en los entrenamientos ni en los pocos minutos de los que dispone, pero de la voluntad no vive el hombre. Sobre todo en el Real Madrid. Aquella fractura en el tobillo rompió, me temo que para siempre, a Hazard. Nunca volverá a ser el mismo. En dieciseisavos de la Copa, ante un 2ª RFEF, sólo jugó 67 minutos. Y gracias. A Hazard ya no le quedan trenes a los que subir.

El Cacereño fue un canto al trabajo, a la valentía y a la ilusión. Con esos ingredientes salió al partido y la receta de Julio Cobos sorprendió al Real Madrid en un Príncipe Felipe con un césped horrible. Ese mal estado del verde condicionó mucho a los blancos, que se vieron embarrados.

El equipo de 2ª RFEF plantó cara de inicio al campeón de Europa. Presionó alto, encapotó a la media blanca (Tchouameni, Camavinga y Ceballos), la mayoría de los duelos se decantaban hacia su lado, quiso la pelota y tuvo muchos minutos en el campo madridista. Del 32' al 38', por ejemplo se contabilizaron hasta cuatro remates de los extremeños, que consiguieron llegar al descanso con 0-0. Todos, enchufados, cumplieron el plan de Cobos. Desde Moreno hasta Grande. Hasta que Rodrygo sacó el golazo de la chistera y pinchó el globo.

Llevaba siete meses y medio sin jugar, esta temporada estaba inédito... y Ancelotti le alineó como lateral izquierdo. Una extravagancia del italiano, la única en Cáceres, que salió rana. Lo del donostiarra en el Madrid está siendo una etapa para olvidar. Como el partido del Príncipe Felipe. Nunca se le vio cómodo en un territorio casi desconocido como es la banda del '3' y se le apreciaron las costuras. Normal cuando la inactividad es una constante en tu vida. Esa ausencia de ritmo competitivo lo pagó el de siempre, el físico: en el minuto 50 tuvo que retirarse lesionado en el muslo...

A las cosas necesarias, en demasiadas ocasiones, no se les da importancia. Se supone que van a estar ahí y que van a funcionar. Nunca se le da relevancia a Nacho y es un jugador imprescindible en una plantilla. Es de esos tipos que son un ejemplo. Por profesionalidad, por sentimiento de pertenencia al club y por amor propio. Este está siendo un año complicado para el canterano, por detrás de Alaba, Militao y Rüdiger en la carrera. La temporada pasada jugó 42 partidos; en esta sólo 12. Por esa razón ni se le pasó por la cabeza retirarse del campo cuando en el minuto 18 sufrió una fortísima entrada de Aguado en el tobillo.

Estuvo varios minutos renqueante y parecía que no podía seguir. Sin embargo, Nacho no está para desaprovechar minutos y aguantó de forma notable. El canterano acaba contrato con el Madrid este año y no está segura su continuidad. Sería una pena verle salir por tener pocos minutos.

Recordar es casi tan importante que vivir. Hay que tener recuerdos porque se necesitan. Como el que guardarán los aficionados del Cacereño en la que ha sido una eliminatoria que quedará en la memoria de la ciudad y del club. Por la tesorería, por el impacto mediático, por la cabeza alta del equipo y por la ilusión que ha envuelto a Cáceres. Este Gordo permanecerá en la retina más tiempo que si el que hubiese tocado fuera el de la Lotería de Navidad. La grada del Príncipe Felipe, que dobló su aforo con gradas supletorias (15.000 espectadores), fue un espectáculo. Ya estaban llenas dos horas antes de empezar el encuentro. Y durante el partido hizo la ola. El día fue una fiesta.

Lo que tampoco debería caer en el olvido, por cierto, es la lamentable conexión que tiene Extremadura. No elevo la queja porque el Madrid haya tenido que viajar en autobús, detalle al que damos más importancia en la prensa que en el vestuario, sino porque llueve sobre una laguna. Una región como la extremeña no se merece tal ninguneo político (de todos los colores) a la hora de dotarla de mejores medios ferroviarios, por ejemplo. Que no se siga echando el asunto en saco roto.