OPINIÓN

La religión de Flick transforma al Barça

Flick, en el banquillo de Mestalla. /EP
Flick, en el banquillo de Mestalla. EP

El oscuro reverso del tiempo tiene la capacidad de cambiar nuestra percepción de la vida, de hacernos creer que aquello que sucedió hace nada, casi que ayer, parece ahora lejano o imposible, en un universo que no nos concierne como si en realidad nada de aquello que recordamos levemente hubiese sucedido. Hansi Flick es un viajero del tiempo porque ha logrado distorsionar las capas que unen una temporada todavía fresca, la pasada, con un presente que la desprecia. Es imposible ver a este Barça y pensar que el de hace un año era casi el mismo.

Si antes el FC Barcelona iba a los campos a sufrir, ahora va con la certeza de que se lo pasará bien, incluso en el sufrimiento. Da igual que el Valencia esté rematadamente mal y que Corberán anunciase que su prioridad era LaLiga, al Barça del pasado curso se le vio atragantarse contra Almería o Granada en Montjuïc porque el equipo carecía de alma. El de Flick es uno que respira felicidad. Solo así se explica que con el primer tiempo más mundano de Lamine Yamal, sin Lewandowski (pichichi) ni Olmo el Barça le endose un 0-4 en 45 minutos al Valencia en Mestalla. Cuando todos creen, las ideas dejan de serlo para convertirse en hechos. Y los hechos pasan a ser una fe tangible y medible. En la Religión de Flick todo el mundo tiene cabida.

Flick sorbe el estado de forma de sus jugadores tras eliminar al Valencia. RFEF

Ferran Torres es un buen jugador que ha tenido muy malos tramos. Pero la parte más valiosa es siempre la primera porque le dará pie a cambiar la segunda. En ciertos tramos, por no decir muchos, el aficionado invirtió los términos y se pasó a verlo como un mal jugador que a veces jugaba bien. El jugador casi se lo creyó y cuando un ser humano empieza a creerse algo puede terminar convirtiéndose en aquello que no es. Por suerte Flick supo medir a Ferran. Le alejó de la banda desde el minuto cero y empezó a darle minutos dentro, y el valenciano le recompensó con goles (10) y un ritmo en punta que se contrapone ante la lentitud de Lewandowski. Allí donde el polaco no llega sí lo hace un Ferran que amplia las opciones de pase de Pedri o Lamine y que le da más metros a Fermín o Raphinha para que caigan dentro. A ver si al final el reto era entenderlo.

Quien es fácil de entender es Pedri. Hasta su nombre se deletrea y escribe fácil, un preámbulo, quizás un engaño, a un fútbol indescifrable para el rival, tan fácil de ver para el compañero. El canario está pletórico y asusta ver que ya se asienta a un nivel que para los centrocampistas normalmente está reservado a edades mucho más maduras, saltándose el protocolo para impulsarse como un futbolista ya dominante. Si recibe de espaldas te supera con una cadera de goma y unos pies que esconden el paso para girar siempre hacia donde quiere, y si lo hace de cara sus pases abren hasta los corazones más tímidos. Empieza a hacerse inevitable y a quiénes lo seguimos solo nos queda disfrutar.