OPINIÓN

Lo de Modric no es ninguna limosna

Modric celebra un gol del Real Madrid. /

Vivo obsesionado con las señales. No me refiero ni a las indicaciones de tráfico ni a símbolos encontrados en verdes prados originados por seres superiores. Hablo de supuestos guiños que te hace la vida para que tomes un camino u otro. O, simplemente, para que actúes en consecuencia. Me pasa desde que me abracé a la Numerología. La crisis de los 40 es una contrariedad. Quienes la sufrieron, entenderán mi preocupación por encontrar respuestas. Quienes aún no han llegado a ella, prepárense.

El caso es que mi numerólogo me expuso que si me encuentro de forma reiterada con números repetidos (11, 555, 22…) significa que estoy viviendo a medias en el camino hacia mi propósito de vida. Desde entonces, me topo continuamente con matrículas de coches que contienen secuencias parecidas y con relojes marcando las 11:11. Como cuando temes un embarazo de tu pareja y, de repente, empiezas a encontrarte a todas tus vecinas del barrio encinta. Solo ves lo que te asusta o lo que sabes que no vas a poder gestionar bien.

Algo de esto me sucedía con Modric. Llevo más de un año preparándome para su adiós del Real Madrid. Así, pienso, cuando llegue el momento dolerá menos. No funciona. Tras respirar la temporada pasada con aquel acuerdo de renovación en plena Champions de las remontadas (y oficializada el 8 de junio), este año no paraba de ver señales que me acercaban, ahora sí, a la despedida. Primero fue su bajón de rendimiento después del Mundial. Después, el verle alternar más el verde y el banquillo. La definitiva fue su rueda de prensa antes de visitar Anfield. Los diez segundos interminables que se tomó para responder a un periodista que le preguntó por "la transición" fueron un indicio de que por dentro llevaba una procesión.

No le gustaba que se dudara de él. Tampoco que el club aún no hubiera hablado con él para renovar el contrato y sí con otros compañeros. Y como maneja el micrófono igual que los partidos, quiso mandar un mensaje para quien lo quisiera escuchar: no pretendía que le regalaran la renovación. El Madrid recogió el mensaje, como el año anterior. Dos meses y medio después de aquellas declaraciones, el centrocampista ya ha llegado a un acuerdo para continuar un año más, girando la cara a las ofertas millonarias de Arabia. Su prioridad siempre fue esperar la oferta blanca, por mucho que se hiciera esperar.

Durante este periodo, el croata ha hablado con la pelota y me ha hecho reconsiderar mis nuevas inquietudes: sólo existen los hechos. Y la actitud. Titular para Ancelotti en los partidos en los que el Madrid arrasó a Liverpool y Chelsea (Champions) y Barça (Copa), demostró que con 37 años sigue siendo un jugador plenamente vigente. El temor de que su lesión en los isquiotibiales le dejara fuera de la eliminatoria contra el Manchester City y que Ancelotti no descarte el milagro de hacerle jugar incluso la final de la Copa este sábado, casi con la herida abierta, refleja el peso de Luka en la pizarra, el vestuario y la grada. 

La renovación no es ninguna limosna por la historia que hizo, sino que es la confianza por la historia que, un año más, pretende seguir haciendo. Mención aparte merece lo inmaterial porque Modric representa los valores del fútbol clásico y un liderazgo sencillo. Su manera de moverse por el campo y fuera de él debería ser asignatura obligatoria en la residencia de Valdebebas. Porque hay lecciones que sí son señales para manejarse mejor por la vida.