COPA DEL REY | RACING DE SANTANDER

10 años del plantón y el abrazo más reivindicativo que salvó al Racing de Santander

El Racing de Santander se negó a jugar los cuartos de Copa del Rey ante la Real Sociedad en forma de protesta por impagos.

11 inicial del Racing de Santander plantado al inicio del partido. /RACING DE SANTANDER
11 inicial del Racing de Santander plantado al inicio del partido. RACING DE SANTANDER
Alejandro Morán

Alejandro Morán

30 de enero de 2014, Estadio de El Sardinero, Santander. Cuartos de final de la Copa del Rey. Un Racing de Santander hundido en el pozo de la Segunda División B, tras dos descensos consecutivos y problemas económicos de por medio, se cuela en la antepenúltima ronda del torneo del KO, tras eliminar a dos 'Primeras', Sevilla y Almería. Lo que en un principio debería ser una fiesta para una afición hundida, la ilusión de toda una ciudad o incluso una oportunidad para entrar en la historia de la competición, la eliminatoria entre el Racing de Santander y la Real Sociedad estaba envuelta por una situación insostenible entre jugadores y directiva locales, impagos y una hinchada que temía por la desaparición de un club fundador de LaLiga.

Se cumplen 10 años de aquel partido de cuartos de final que nunca se jugó, el conocido 'plante por la dignidad', que cambió el rumbo del Racing de Santander y fue un ejemplo internacional, a pesar de no conseguir el pase a la semifinal del torneo.

Ya en la anterior ronda de Copa del Rey, ante el Almería, los jugadores del Racing se plantaron 20 segundos en forma de protesta por los impagos del por aquel entonces presidente, Ángel Lavín, a los jugadores y cuerpo técnico de la plantilla, que aun con esta situación mantenían al equipo líder del Grupo I de la antigua Segunda B. Hechos sin reacciones por parte de la directiva, que por si fuera poco acusaba a los jugadores de "traidores". Estos amenazaron con no jugar el partido más importante de la temporada a nivel mediático.

Ante la negativa de cancelar el encuentro, saltaban los jugadores de ambos equipos al césped de El Sardinero, un estadio a media entrada que llevaba en volandas a los suyos, coreando el himno del conjunto cántabro a capella. Una vez situados en sus posiciones, Gil Manzano pitaba el inicio del encuentro. Mientras los visitantes tocaban el balón sin objetivo de avanzar, la plantilla del Racing de Santander se unía en un abrazo en círculo central, catapultados por los gritos de su afición de: "¡Racing, Racing!". Esa imagen dio la vuelta al mundo y sirvió ahora para serigrafiar camisetas conmemorativas con la palabra "honor".

Una unión que tan solo rompió Gil Manzano, avisado previamente de lo que iba a ocurrir, al acercarse a conversar con Mario Fernández, portero y capitán del Racing de Santander, para confirmar que no se iba a jugar el encuentro. Tras la pregunta del colegiado de "¿Estás seguro?" y el gesto de afirmación del capitán, se pita el final del choque, celebrado como si de un gol se tratara y con la sensación en la afición de haber dado un paso hacia adelante en la salvación del club. "Agradecemos eternamente a la afición el apoyo que nos da. Tenemos que limpiar esta basura. Este señor tiene el club secuestrado", declaró Mario Fernández, el capitán.

"Agradecemos eternamente a la afición el apoyo que nos da. Tenemos que limpiar esta basura. Este señor tiene el club secuestrado"

Ángel Lavín, que aunque se le esperaba en el palco aquel día, no acudió, se vio obligado a disolver la junta de accionistas liderada por él, acto que se había negado a hacer en repetidas ocasiones. Tras él, comenzaba una nueva época en el Racing de Santander, con Juan Antonio 'Tuto' Sañudo a la cabeza. Apoyado por toda su afición, que volvió a llenar El Sardinero 48 horas después en la visita de la Cultural Leonesa, con 18.000 aficionados unidos por la esperanza de sobrevivir.

Hoy, 10 años después, con el Racing de vuelta al fútbol profesional, en Segunda División en 12º posición y a cinco puntos de los play-off de ascenso, pero sobre todo saneado económicamente, se recuerda este partido como un hito dentro de los 110 años de historia, que ha marcado el rumbo moderno del club, pero sobre todo la idiosincrasia de la afición racinguista.