Cinco minutos de 'El Día Después' demuestran que el caso Vinicius es de solución imposible

El pasado lunes, en El Día Después, Álvaro Benito hacía un análisis de lo que había fallado en el Real Madrid y la conclusión, entre otras, fue que lo que había fallado era Vinicius. El vídeo elegido era especialmente duro con el brasileño: señalaba su poca implicación en defensa, su trotar dudoso y se daba a entender que no cumplía con lo que según Álvaro le enseñan a todo jugador del Real Madrid desde pequeño: que hay que darlo todo en todos los partidos.
Probablemente, el juicio fuera acertado, pero un tanto excesivo. Excesivo por lo que tiene de señalamiento de un solo jugador cuando tampoco es que otros se mataran en defensa. Excesivo, también, porque el jugador estaba lesionado y porque no tengo la sensación de que, a lo largo de sus siete temporadas en el Real Madrid, se pueda achacar a Vinicius ninguna falta de compromiso. En resumen, aquello se parecía a un ajuste de cuentas, aunque le doy a Álvaro el beneficio de la duda porque no es de ese tipo de analistas.
En cualquier caso, lo que pone en evidencia el vídeo es la incapacidad de encontrar términos medios con el delantero brasileño. O es Balón de Oro o es culpable de todas las derrotas. Se dirá que eso pasa también con las demás estrellas de cualquier deporte y en parte es cierto, pero no pasa desde los dieciocho años y la montaña rusa no va tan rápido. En octubre, tenía los billetes preparados para viajar a París -los suyos y los de todo su entorno- y ahora parece que, sin su traspaso, el Madrid no va a ningún lado.
Vinicius, junto a Rodrygo, es ahora mismo el gran sospechoso del club blanco, especialmente para su propia afición. Por ahí han pasado a lo largo de la temporada Tchouameni, Lucas Vázquez, Mbappé e incluso Bellingham, pero con los dos brasileños se percibe un encono especial. La diferencia entre ambos es que no creo que estén al mismo nivel futbolístico -Rodrygo es un jugador sensacional, clave en las dos Champions que el Madrid ha ganado en esta etapa de Ancelotti, pero no me parece tan decisivo como su compatriota- y que nadie le dice todo el rato a Rodrygo que se tranquilice.
¿Cómo centrarse en medio de un huracán?
Porque, en el fondo, esto es lo que más me llama la atención. Cuando Vinicius jugaba mal, al principio de su carrera como madridista, las burlas eran feroces. Cuando empezó a jugar realmente bien, las críticas pasaron a cebarse con su carácter: el chico no se centraba, caía demasiado fácilmente en las provocaciones, exageraba los gestos, se portaba como si viviera en un ataque de nervios constante.
Y aquí mi pregunta es: ¿cómo va a ser de otra manera si todo el mundo a su alrededor se porta igual? En torno a Vinicius no ha habido nunca calma ni sosiego ni equilibrio. Nunca. Si no lo hay en El Día Después, que es el paradigma del análisis tranquilo, ¿cómo lo va a haber en otros lados? Le estamos pidiendo a un chico que es una estrella desde la postadolescencia que madure y se centre incluso mientras le colocamos en medio de una espiral de elogios desmedidos y señalamientos constantes.
En resumidas cuentas, le estamos pidiendo que no sea como nosotros, y me parece que hay ahí algo hipócrita. No ya por parte del aficionado, que en su derecho está de optar por la desproporción, sino por la nuestra, la de los periodistas o lo que demonios seamos. Hemos escudriñado cada gesto de Vinicius, cada mirada, cada sonrisa, cada patada recibida y cada patada dada. Hemos puesto la lupa sobre todo lo que hacía en el campo, para bien o para mal, y de esa manera lo hemos desnaturalizado. Se ha acabado convirtiendo en un objeto de estudio por sí mismo más que en un jugador de fútbol.
Y después de tanto análisis a las reacciones, es decir, después de tanta sobrerreacción, criticamos que el jugador sobrerreaccione. No sé, no lo veo. Soy consciente de que en el Madrid hay cierta vocación a la entomología, pero lo de este chico no lo he visto antes. Si nadie ha conseguido juzgarle desde fuera con mesura, es imposible pedirle que lo haga él cuando ni siquiera ha cumplido los veinticinco años. Es normal que se haya refugiado en una especie de paranoia. Contra todo y contra todos. Y así, o eres Michael Jordan, o tienes complicado aguantar demasiado tiempo en la élite.