López Rekarte y la última eliminatoria de la Real Sociedad en Champions: "Trataba de comérmelos con patatas"
El exjugador, que vivió la última eliminatoria de Champions de la Real Sociedad ante el Lyon, ve al equipo de Imanol más preparado que al suyo para el reto del PSG.
Están a punto de cumplirse 20 años exactos desde la primera y última vez que la Real Sociedad pisó unos octavos de final de UEFA Champions League. Aitor López Rekarte (Mondragón, Guipúzcoa, 1975) vivió aquel enfrentamiento con el Olympique de Lyon, en el que los campeones de Francia no respiraron aliviados hasta un cuarto de hora antes del final de la eliminatoria. Para el histórico lateral txuri-urdin, que acumula 336 partidos con los donostiarras, ahora están incluso más cerca de la igualdad con el rival, por mucho de que se trate del adinerado y mediático PSG.
Esta semana la Real se enfrenta a esos fantasmas de acento francés que hace dos décadas privaron a los donostiarras de continuar con un sueño que estuvieron a punto de prolongar. Lo hace ante un Paris Saint-Germain que, si bien ha ido de menos a más en la temporada, no parece presentar la increíble superioridad que lo caracterizaba hace pocas temporadas. Y eso no es sólo demérito parisino. López Rekarte repasa con Relevo aquella especial edición de Liga de Campeones, el subcampeonato de Liga del año anterior y una vida dedicada casi en su totalidad al equipo de su vida, que acabó con final de película dramática.
Después de tanto tiempo jugando, ahora comentas partidos de la Real Sociedad para DAZN. ¿Te resulta complicado?
Para nada. Pero sí que soy cada vez más crítico conmigo mismo, porque aunque esté acostumbrado a hablar en público, el directo, el intentar expresar una idea en intervalos cortos no es nada sencillo, pero es cuestión de habituarse. Además ha sido un proceso autodidacta totalmente.
¿Notas desde tu posición que ha crecido el interés por el equipo?
Creo que sí ha ido creciendo bastante. En nuestra época era complicado llenar el estadio, y ahora ha habido un incremento de aforo y la asistencia media es mayor. También la televisión y las redes sociales han contribuido, pero sobre todo la progresión del equipo ayuda y estoy seguro de que todo eso ha hecho que crezca, sí. También porque el club tiene un modelo y un entrenador con el que la gente simpatiza, muy atractivo de seguir.
Tú precisamente eres producto de ese modelo de cantera que hace a la Real tan atractiva. ¿Cómo recuerdas la llegada al primer equipo?
Bastante rocambolesca, porque pasé cuatro temporadas en el filial y llevaba unas dos o tres pretemporadas completadas con el primer equipo, pero no conseguía dar ese último paso. No es fácil dar el salto. Nos estamos acostumbrando a que chavales muy jóvenes suban al primer equipo, y parece que ya si con 18 años no estás ahí vas tarde. Yo llegué con 22 años como tercer lateral izquierdo siendo diestro. Tenía por delante a Agustín Aranzabal y a Iker Sarriegi, y tuve la "suerte", por desgracia, de que los dos se lesionaran para yo tener la oportunidad. Y a partir de ahí pude seguir jugando y asentándome.
Ahora el equipo, y justo en esa posición de lateral izquierdo, también está teniendo bajas. ¿Qué tienen que hacer en Zubieta para poder aprovechar esa misma oportunidad?
Bueno, creo que en la Real siempre hay esa ilusión, apoyado en los datos estadísticos, de que los jugadores se pueden mantener durante mucho tiempo allí. Luego dar el salto es complicado, pero los que están en el 'B' son conscientes de que pueden tener esa oportunidad. Otros clubes no, pero la Real Sociedad sí que ha abierto esa puerta a que los jugadores se sientan así. Pero luego es lo de siempre, es constancia, trabajo, cuidarse… En eso ahora sí que nos sacan pueblos de ventaja. Antes también nos empezábamos a dar cuenta de que era importante, pero no estaba tan enraizado en el propio deporte. Ahora todos están concienciados de que eso es clave para crear su propio camino, porque todos tienen las cualidades, pero a partir de esa base tienen que buscar su mejor versión, perseverar y ser constantes. Son detalles que muestran a un entrenador cuándo puede y cuándo no contar con un profesional.
En tu caso contaron contigo y pasaste muchos años en el primer equipo, y quizás en una de las temporadas más especiales es la 2002-2003, en la que solo te pierdes un partido. ¿Cómo la recuerdas?
Son muchas emociones encontradas, sobre todo porque nos vamos haciendo mayores y lo echamos de menos. No solo por competir, sino por todas las vivencias que te da el deporte. A mí el fútbol me ha hecho madurar en muchas cosas antes que otros chicos de mi edad, pero también me ha dejado huérfano en otras que son importantes para la formación de la persona. Eso de vivir de domingo a domingo, donde primero vives en la cresta de la ola y luego no sabes dónde meterte hace que entre compañeros nos unamos de manera muy arraigada. Y hace que cuando me junto con compañeros parezca que no nos hemos alejado nunca. Ese, en específico, fue un año espectacular. Tuve la suerte de no lesionarme, tener una regularidad, sentirme a gusto y disfrutar. Tengo un gratísimo recuerdo.
Creo que también cada uno de nosotros la interpretó de una manera distinta. Yo creo que no estábamos preparados mentalmente. Aquella pretemporada, no solo a nivel físico, que era la primera con Raynald Denoueix, fue durísima. Pero estableció las líneas maestras que, junto con un inicio de temporada muy fuerte, nos guiaron a mantener esa forma hasta casi final de temporada. Pero ya a toro pasado pienso que no estábamos acostumbrados a vivir esas situaciones, y muchos de nosotros no estábamos preparados.
¿Qué ambiente se palpaba en Donosti aquel año?
Había muchísima ilusión, obviamente, y la expectativa era muy alta. En la primera vuelta no perdimos ni un partido. Y cuando caímos en San Mamés en el primer partido de la segunda vuelta, que nos llevamos una buena tunda (3-0), se generó algo de incertidumbre, creo que fue un punto de inflexión. Esto es como todo, cuando estás arriba y todo sale de cara parece que todo es más fácil, las semanas pasan solas. Y cuando empiezas a ver las orejas al lobo es donde empiezan a surgir las dudas, el equipo no fluye y empiezas a ser consecuente con la competición. En el sentido de que hay partidos en los que no mereces ganar y ganas, y otros en los que mereces ganar y acabas empatando o perdiendo. Al ser una liga con tantísimos partidos, sucede. Pero sobre todo en la segunda vuelta, donde te juegas todas las castañas y tiene que salir sí o sí. Ahí te das cuenta de lo cuesta arriba que se pone. Pero no recuerdo una especial presión por la gente. En Donosti hay una ventaja, y es que aparte de ser muy efusivos y que la gente te aclame, se lleva con bastante tranquilidad.
Si te nombro el 15 de junio de 2003, ¿sabes de qué partido te hablo?
Imagino que el de Vigo.
Así es. ¿Cómo recuerdas ese día?
Creo que, el fin de semana en general, no lo olvidaremos en la vida. A nivel emotivo, más allá del resultado, imagínate a 9.000 personas en Vigo apoyándonos. Era algo que llevábamos viendo y sintiendo todo el fin de semana. Desde el mismo calentamiento era increíble lo que estábamos viendo. El cómo se volcó la afición fue espectacular. Fue muy emotivo porque tocamos los dos polos. Por un lado esa ilusión, y por otro la sensación de fracaso. De haberlo dado todo y que no salgan las cosas. Es la vivencia más potente que he vivido en el fútbol, sin duda.
Coincides en el año de tu llegada, en 1997, con Imanol Alguacil, aunque sea solo por una temporada. ¿Veías maneras para que hiciera lo que hoy está haciendo?
Para nada. Pero pasa con la mayoría de jugadores. Sucede que en el tiempo se desarrolla esa inquietud por el juego. A mí, por ejemplo, el pensar en fútbol y de alguna manera intentar entenderlo me surge a los 27-28 años. Y con esa poca vivencia con Imanol era imposible descifrar que iba a llegar a entrenar al equipo. La mayoría de jugadores lo hacemos por instinto, pero esa inquietud por saber viene un poco más adelante. Con Xabi Alonso, mismamente, tampoco me paré a pensar que pudiera ser entrenador de fútbol. La gente, con el tiempo, va posicionándose donde cree que es fuerte. En mi caso, desde que dejé el fútbol me he dedicado a innumerables cosas y llegó un momento en el que dije '¿Yo dónde soy bueno?' o '¿Dónde puedo crecer a nivel profesional y personal?'. Y todo me llevaba al fútbol. Y me di cuenta a través de probar otras cosas, hay gente que lo tiene más claro al final de su carrera y se encamina a ello.
También compartiste vestuario, como has dicho, con Xabi Alonso y Xabi Prieto. ¿Crees que los Martin Zubimendi y Beñat Turrientes de ahora pueden ser casos parecidos y marcar época?
Claro que lo creo, por lo que hemos comentado antes. Capacidades tienen y depende de ellos. La clave estará en cómo encuentren ellos su mejor versión. El hecho de que intuimos que tienen una serie de cualidades que pueden hacer que emulen a gente histórica como Xabi Alonso y Xabi Prieto, a nadie se le escapa. Pero va a depender de si tienen equipos detrás que los puedan tentar y, sobre todo, de que puedan mantener una regularidad y encontrar su mejor versión. Depende de ellos.
Después de años siendo importante, te marchas justo cuando la Real Sociedad desciende en 2007. ¿Por qué?
Yo ese año, en mi contrato tenía supeditada mi continuidad por dos años más a que jugara una serie de partidos. Y la Real Sociedad me comunica que no van a activar esa opción. Y me vi obligado a, de alguna manera, llegar a un acuerdo con el club para que esa cláusula desapareciera. Aunque yo me hubiera quedado hasta regalado, lo que hiciera falta. Fue un palo para mí. Mi hermano Luis Mari, que tiene mucha experiencia, ya me decía que me preparara para lo que venía. Y yo pensaba que estaba preparado, pero para nada. Me acuerdo de Darko Kovacevic, que vivió una situación similar a la mía en la que se le terminaba el contrato y los dirigentes decidieron que no siguiera, viéndole llorar varios días también. De hecho, alguna vez he tenido que explicar esto porque me dicen: "Ostras, baja el equipo y tú te vas". Y a mí me obligan a irme.
¿Fue una espinita clavada?
Sí, en todos los sentidos. Tuve la suerte de estar diez años en el equipo, también como capitán, y ahora esto que se dice de 'one club men', que está muy bien, solo existe hasta que te dicen: "Hasta luego". En mi caso fue precisamente así. A mí me hubiese encantado hacer toda mi carrera en la Real Sociedad, pero no pudo ser. Es cierto que durante un punto de mi vida guardé rencor por aquello, pero me acabé dando cuenta de que no tiene sentido.
Aún así, tú mismo te consideras un privilegiado porque también has podido vivir momentos como el del subcampeonato, la Champions League... ¿Cómo se vive eso viniendo desde la cantera?
Date cuenta de que llegué al club con 12 años y me fui con 30, estoy súper agradecido. Es indescriptible. Mismamente, en mi primera temporada quedamos terceros, yo jugué casi toda la temporada y acabamos yendo a Europa también, porque solo iban a Champions los dos primeros. Imagínate estar viajando con la afición, era una satisfacción enorme.
Después de tanto tiempo sin tener al equipo en esa situación, ¿imponía tener delante a estrellas como Buffon, Del Piero, Nedved, Juninho...?
Nosotros ya nos enfrentábamos a Real Madrid y Barcelona de manera más o menos habitual, pero la Champions tenía un aura diferente. Y es verdad que por momentos impresionaba, porque eran iconos. Nunca he sido de tener referencias, pero hay una serie de jugadores que entendía que eran santo y señal, que eran el fútbol. Y la vivencia, por momentos era de decir: '¿Dónde estoy?'. Pero como tenemos ese hábito de competir, una vez te pones las botas y sales al campo te da igual. En mi caso, una vez salía al verde trataba de comérmelos con patatas, pero muchas veces no podía porque nos estábamos enfrentando a lo mejor de Europa.
¿Imponían más ellos que el Paris Saint-Germain y el Kylian Mbappé de ahora?
Sí que es verdad que hay ciertos paralelismos… Hay que tener en cuenta que el Olympique de Lyon al que nos enfrentamos en octavos ganaba todas las ligas del momento con 19-20 puntos de ventaja, y ahora el PSG nos ha acostumbrado a eso en los últimos años. Pero sí que parece que ahora es el momento de estar un poco más cerca, de verte con posibilidades. Pero sí que es verdad que nosotros perdemos en casa con un gol en propia puerta de Gabriel Schürrer, contra un equipo que era de lo más potente de Europa, y otro allí de Juninho casi al final. Competimos muy bien. Es una de las cosas que Imanol está consiguiendo que el equipo sienta. De pensar que son oportunidades únicas, que pasan muy pocas veces en la vida, y que es la hora de vivir el momento. La planificación debe de estar hecha para que en este punto estén todos en la cresta de la ola, las cartas van a estar encima del tapete y a partir de ahí que sea lo que el azar quiera.
¿Qué puede esperar el equipo en Francia, cómo es el ambiente allí?
En nuestra época había buen ambiente, pero no era algo impresionante. Yo como jugador he vivido situaciones de controversia, incluso de ser recibido a pedradas. Para mí, personalmente, influye muy poco. Otra historia es en casa si el equipo llega vivo, porque el primer partido también condiciona.
Es cierto que esta vez hay un cambio, y es que la Real se ha trabajado la «suerte» de que la eliminatoria se decida en la vuelta en Anoeta. ¿Puede ser diferencial?
Totalmente. Hay, como hemos dicho, muchos paralelismos por enfrentarnos a un equipo francés con mucho potencial. Solo que ellos tienen a un entrenador como Luis Enrique que conoce bien el fútbol español y al equipo. Creo que puede ser una eliminatoria con una gran riqueza táctica y a priori muy abierta. Sobre todo por el aspecto de la vuelta. No me quiero imaginar cómo va a estar Anoeta. Va a ser una olla a presión. Si hay una parte de mí como exjugador que va a pasar envidia es por esto. El ambiente y la comunión con el equipo, evidentemente teniendo en cuenta los resultados, me ponen la carne de gallina. Son cosas que, en mi época por las distancias con la grada, eran más complicadas de vivir. Me estoy imaginando ya el estadio en el partido de vuelta, va a estar a reventar.
¿Has podido vivir la Champions este año en el estadio?
Sí, claro, aunque no todos. A veces me apetece vivir la competición desde casa. Y me he dado cuenta de que lo disfruto más desde fuera. Cuando juegas, sales al campo y haces muchas cosas por instinto, por el hábito. Lo disfruto más en la distancia, y a veces incluso desde casa, sentado, tranquilo, con familia o amigos.
¿Está la Real de ahora más preparada que la de vuestra época para afrontar el partido?
Creo que sí. El fútbol cambia mucho, sobre todo de estados de ánimo. Pero tengo esa impresión. probablemente también en aquel momento había jugadores mejor preparados para esa situación que yo. Y ahora la Real da la sensación de estar en un punto de madurez donde con un calendario apretado sobrevive. Y si en algún momento se ha dudado de que no había fondo de armario y había que rotar, muchos jugadores de la cantera y que no estaban habituados a jugar en el primer equipo han dado un paso adelante. Muy importante, porque hoy en día para encarar diferentes competiciones es un factor fundamental. Y eso es un éxito, por un lado del jugador, pero también del staff técnico. Que el jugador se sienta partícipe. También hay otro aspecto que ha dado un paso más hacia que cada uno de los componentes de una convocatoria se sientan más dentro del proyecto, y es que hay más cambios y mucha más información. Y de nuestra época a esta creo que el futbolista interioriza mejor que cuando juega va a poner toda la carne en el asador y eso, por un lado está condicionado por el aspecto psicológico del jugador, pero también del staff que estimula al jugador.
¿Ha llegado a ese punto de madurez en el que el equipo puede pensar sin miedo en Europa?
Yo no marcaría esto como un objetivo de todos los años. Es súper difícil que se cumpla cada temporada. En nuestra época daba un poco de 'yuyu' pensar en esto por no llegar a alcanzar el objetivo. Por un lado, creo que la Real se está enfocando mucho en valorar y enfocarse en el proceso, y a partir de ahí crecer cada día. Pero es inevitable pensar que repetirse todos los años en Champions y UEFA es muy complicado. Porque compites con gente que cada vez está mejor preparada, y por mucho que tú hagas las cosas bien depende de cómo te adaptas a eso. Creo que una de las claves es disfrutar del proceso, y aceptar que aunque hagas las cosas bien, a veces no salen.
Pero la sensación es que la Real Sociedad está cada año ahí. ¿Está Imanol malacostumbrando a la gente?
Por supuesto. Pero la gente tiene que disfrutar del momento, porque sabemos de dónde venimos. Mira por ejemplo el rendimiento del Athletic Club. Va a ser difícil incluso clasificarse a Europa League. Imanol ha acostumbrado al equipo a una dinámica muy exigente, y él mismo es el primero que sabe que en algún momento no saldrán las cosas. Por eso en el fútbol son importantes los clubes que miran a largo plazo.
¿Cuál crees que es la clave de la presente temporada para mantenerse en esos puestos europeos?
Como hemos dicho antes, viviendo el momento. Siendo capaces de cuando las cosas van bien, relativizar, y cuando van mal dar un impulso hacia arriba. Incluso si se pasan las eliminatorias de Champions y de Copa del Rey hay que tener los pies en el suelo, porque venimos de donde venimos. Con ilusión, eso sí. Pero lo que transmite la Real Sociedad no creo que sea: "Somos los mejores del mundo". Sino: "Esta es nuestra manera de trabajar y creemos en esto, a veces nos dará resultado y otras no".
Por cierto, dentro de poco Mikel Oyarzabal te va a adelantar como el 22º jugador con más partidos de la historia del club. ¿Ves el proyecto en buenas manos con él al frente?
Tengo en mucha estima a Mikel, me alegro mucho. Es un pedazo de jugador. Es una de las cosas por las que la Real Sociedad es diferente a muchos clubes, porque da oportunidades y se emplea en formar bien a sus jugadores. Y creo que se están haciendo las cosas muy bien, porque se mantienen los jugadores en el tiempo. Y Mikel está haciendo unos números estratosféricos. Espero que juegue muchos más partidos y que sigan viniendo generaciones así por detrás, porque para mí el 90% de los jugadores deberían ser extraídos de una de las canteras más importantes del mundo, que es Zubieta.
¿Puede abanderar junto con Zubimendi, Barrenetxea, Merino y compañía un buen equipo a futuro?
Por capacidad económica, entiendo que la Real siempre ha estado dispuesta a hacer un esfuerzo por quedarse con sus máximos valores. Pero se verá, porque los jugadores de mucho talento siempre han tenido la tentación de alguien que venga y les proponga aspectos más enfocados a vivir experiencias diferentes. Y va a depender de la personalidad de cada uno. Siempre lo comparo con mis hijos, porque uno de ellos tengo claro que siempre estará cerca de casa, y al otro a saber cuando le vemos. Cada uno somos de una manera, tenemos formas distintas de interpretar y de ser. A partir de ahí lo importante es dar cariño al jugador, sea de fuera o de casa, y ser respetuoso con el camino que cada uno quiera tomar. Y la Real es ya también un equipo muy seguido y muy bien visto desde fuera.