LA MIRADA

El tío del mazo visita a Piqué

Piqué, cabizbajo durante el partido contra el Inter. /GETTY
Piqué, cabizbajo durante el partido contra el Inter. GETTY

Nuestro lenguaje es tan rico que para informar de cada anunciación en nuestra vida podemos echar mano de una frase, a modo de chascarrillo, o incluso de un personaje mitológico al que responsabilizar de la puntilla. El costumbrista encuentro con Roca nos indica que algo estomacalmente no anda bien. La llegada a casa del de la Guadaña lleva implícita la muerte. Y la primera y protocolaría charla con San Pedro nos sitúa un piso más arriba, en el cielo. En fútbol, el fin de nuestros días lo decide coloquialmente 'El tío del mazo'.

Os lo presento. Así es como Pablo Pinillos, un obrero riojano del balón, me resumió la existencia de esta divinidad para recordarle que su paso por el Racing se había acabado: "Una buena mañana te levantas como sueles, estás o crees estar en tu estado habitual de forma. Te entrenas con la misma profesionalidad de siempre, sin modificar ni un solo paso en tu rutina. Cuidas la comida como nunca. Sales lo justo. Y te pasas el día estirando. Sin embargo, de súbito [que diría Millás], en un partido aleatorio de una semana cualquiera aparece 'El tío del mazo' y te da un estacazo invisible por detrás. El golpe es tan seco como duro. No sangras pero te derrites. El porrazo a bocajarro te hace llegar tarde a partir de ese instante a donde antes acudías el primero. Debido a él te suena todo al girarte. Y te lo aseguro, ya no te vas de nadie en el uno contra uno. Te deja tieso. Es entonces cuando algo te dice que es el momento de dejarlo".

Esta es una máxima elevada a ley. Por poco científico que os parezca. Juegues en Primera o Regional. Hay quien siente la llamada y disimula, parcheando los achaques. Es muy común; por eso las discotecas están llenas de cuarentones. Hay otros, como Iniesta, que son tan sumamente inteligentes que toman decisiones drásticas a las primeras señales de cambio. Su gol copero en el Metropolitano, en aquella final ante el Sevilla, fue una despedida en todo lo alto. Y existe alguno más, como el bueno de Piqué, que está a otras cosas y ni se ha preocupado por indagar qué es lo que va a padecer a corto plazo un central de su envergadura. Por anticiparse a los síntomas. Vive al día, como si él no fuera humano. Hasta que llega el Inter y recuerda que ya es inútil obviar un minuto más la salida de emergencia.