Lamine Yamal, como Lola Flores, da el cante

De Lola Flores, la Faraona, decían equivocadamente, según contrastó EFE después, que The New York Times había escrito una vez una crítica titulada 'Ni baila ni canta, pero no se lo pierdan'. Hasta ella misma se fue al otro barrio creyendo esta explicación a un fenómeno mundial que parecía inexplicable. Qué más da. Con ocurrencias así de buenas, que resumen con tanta precisión una realidad tan abrumadora, se perdona cualquier desliz.
Con Lamine Yamal viene a suceder más de lo mismo. No existe nadie capaz de justificar ni razonar una aparición estelar con sólo 17 años sin que haya de por medio algún truco o riesgo. Nos detenemos en su faceta como creador de contenido, en su destreza como tiktoker de última generación, en sus bailes con Balde en las celebraciones de los goles, en sus pantalones cagones, en su nuevo corte y color de pelo y hasta en sus gafas fashion para saludar a ese Rey al que otros hacen reverencias. Yo mismo pedí contención en la Eurocopa porque sus bromas junto a Nico comenzaban a ser algo empalagosas.
Sin embargo, ahora sólo sé que no sé nada. Es una cuestión generacional. Mientras los jóvenes, madridistas incluidos, admiran su aura, le aplauden y quieren tener una camiseta con su nombre serigrafiado, sólo algún sector de los más carcas empieza a verle tres pies al gato. Aventuran una carrera perdida que lo convierta pronto en un juguete roto como Marisol simplemente porque es feliz surcando esta ola. Ya me gustaría verles a ellos ahí tras haber crecido en ese mismo entorno, tener encima de la mesa un contrato de renovación como el que va a firmar, no dar abasto para estudiar las propuestas de patrocinadores y marcas de medio planeta y haberse unido a Jorge Mendes como agente para el futuro. Lo raro de Lamine no es que parezca el Príncipe de Bel Air. Más bien lo es que aún no se haya retirado.
Curiosamente, lo que más llama la atención es que esos mismos que ponen el grito en el cielo por los comportamientos de todo un candidato al Balón de Oro (ha ganado la Eurocopa, puede levantar un Triplete y le queda la Nations League...) se olvidan de que, sin ser aún mayor de edad, es capaz de sentarse en una sala de prensa a ojos del mundo entero en las mismísimas semifinales de la Champions. Eso sí que es extraordinario. Que se lo digan a todos aquellos que deben medicarse a diario por su pánico a hablar en público o a tener que participar en una simple reunión.
Les recuerdo, para los que no lo sepan o lo hayan traspapelado, que cuando el extremo es convocado con la Selección, su madre tiene que firmar un permiso especial en comisaría a modo de consentimiento para que pueda acudir a Las Rozas. Y que, además, en la Ciudad del Fútbol tiene asignada desde crío una tutora que ha hecho con él una labor formativa de años de lo más profesional. Y es más, por entender lo que supone ponerte en un paredón de esa trascendencia como ha hecho esta mañana justo cuando se cumplen dos años de su gran debut. Hoy, numerosos futbolistas veteranos y entrenadores con mil trienios a sus espaldas tienen coaches para preparar ese complicado momento.
Muchos ven la sombra de Neymar sombre Lamine. Y yo prefiero compararlo más con los pasos que dio a esas alturas de la vida Messi. Y no por lo que está siendo capaz de hacer sobre el verde, que también. En una final de Copa más bien discreta, por poner el último ejemplo, se sacó de la manga dos pases decisivos como sólo hacen los maestros. Me refiero más, en este ejercicio de cotejar con la carrera del argentino, a lo que era capaz de hacer él alejado del balón a la misma edad que el de Rocafonda. Para poner las cosas en orden, entender el presente y adivinar qué depara el futuro.
Messi, cuentan los que mejor le conocieron en sus inicios, tardó algo más que él en dar su primera conferencia de prensa de tanto peso. Si bien desde que debutó con el primer equipo en 2004, a la misma edad que Lamine, se dejaba ver sobre todo a domicilio por unas zonas mixtas que eran más flexibles que las de ahora, su exposición tenía truco. Ahí, en esos canutazos estaba cómodo porque no se veía tan expuesto, resolvía la papeleta con algunos monosílabos y dejaba a todos tan contentos. No le costaba trabajo.
Tal era su predisposición a ayudar que un día, estando con Argentina en los Juegos de Pekín, Marcos López y Lu Martín pudieron preguntarle tras acceder a la gran final y no lo hicieron para que, simplemente, disfrutase. Cuentan los protagonistas que la Pulga se quedó tan sorprendido por la camaradería de no incordiarle en un momento histórico que no sólo les insistió para hacer una pausa en los festejos y contestarles sino que, tras ese detalle ("pásalo bien Leo y ya hablaremos otro día"), siempre que los veía se acercaba para decirles lo mismo: "Chicos, ¿hoy necesitan algo?".
El estreno en la sala de prensa de Messi llegó en un partido europeo, con el riesgo de los que le rodeaban a no poder precisar el momento exacto por el paso de los años. Y la razón era bien sencilla: el hecho de que entre respuesta y respuesta hubiera traducción le ayudaba a prepararse mejor, pensar bien lo que iba a decir y contrarrestar a base de respiraciones o tragos de agua los momentos en los que su timidez florecía con más fuerza. Viendo este martes a Lamine dio la impresión de que no hizo una coreografía porque no se lo pidieron. Repartió de lo lindo, como si en vez de tener enfrente a periodistas viera a Olmo o a Ferran.
Qué quieren que les diga ante esta situación que precisamente ha hecho que los culés no añoren ya a Messi... Lamine baila y canta, pero sobre todo no se pierdan cómo juega.