FÚTBOL

La caída a los infiernos hasta acabar en la cárcel de Moha, a quien Marcelo bautizó como Dida en el Real Madrid

El portero del Tenerife B cumple una condena de cuatro meses en una prisión de Lanzarote por un delito contra la seguridad vial.

Moha Ramos, con Cristiano Ronaldo en 2017. /Instagram
Moha Ramos, con Cristiano Ronaldo en 2017. Instagram
Hugo Cerezo

Hugo Cerezo

"Ahora tiene todo el tiempo del mundo para pensar". Quizás sea esto, macabramente, lo que cambie de una vez por todas a Moha Ramos (Santa Cruz de Tenerife, 2000), portero del Tenerife B formado en las categorías inferiores del Real Madrid y preso desde el pasado 27 de julio en la cárcel de Tahíche, en Lanzarote. Cumple una condena de cuatro meses, aunque ha solicitado un tercer grado en Tenerife que le permita volver a entrenar. Solo tendría que pasar a dormir por un centro de internamiento.

Por ahora es más de una semana recluido en su celda, sin móvil, solo conectado con el exterior por contadas llamadas a sus allegados. Tres de ellos, padre, pareja y agente, acudieron el pasado sábado a verle. Se lo encontraron animado, dentro de lo que cabe. El cuadro no era dramático, pero sí preocupante, claro. Atendiendo a que Moha, de 24 años, está en prisión por un delito que cometió en Madrid hace cinco años… y del que fue reincidente.

En enero de 2019, de madrugada, embistió en Madrid con su coche a un taxi en un aparatoso accidente que mandó al conductor al hospital, donde se le tuvo que extirpar el bazo. Dio positivo, acabó en el calabozo y meses después fue condenado a cuatro meses de cárcel por un delito contra la seguridad vial y dos de lesiones. Por aquel entonces pertenecía el Madrid y jugaba en el Castilla. El caso es que la condena quedó condicionada a que Moha no cometiera otro delito de la misma índole. Lo que acabó sucediendo.

El portero estaba controlado por las fuerzas del orden en todo su periplo desde que salió del Madrid medio año después del accidente. Jugó cedido en el Birmingham (19-20) y el Real Unión (20-21). Fichó por el Racing B para la 21-22 y duró seis meses. Acabó el curso en el Avilés Industrial (21-22). Para la temporada 22-23 recaló en Las Palmas. Donde volvió a las andadas. La Guardia Civil le pilló conduciendo sin puntos en el carnet. Este hecho desencadenaba su entrada en prisión. Lo que no sucedió hasta la semana pasada, cuando saltó el aviso desde el hotel en el que se registró en Lanzarote para jugar un amistoso contra el Unión Sur Yaiza. Cuando la Guardia Civil le localizó se estaba jugando el partido. Fue detenido al descanso, tras jugar la primera parte. Toda una escena que dejó en shock a los que la vivieron, pero a nadie como al propio Moha.

En el entorno de Moha no se explican que tardaran tanto tiempo, más de un año, en localizarle, y que tuviera que ser de esta manera, cuando se ha registrado en multitud de hoteles y su paradero ha sido público siempre como jugador del Tenerife B. Porque el portero niega que le llegara ningún requerimiento para presentarse ante la justicia. El caso es que acabó detenido por la Guardia Civil de una manera muy poco decorosa, a la vista de compañeros y aficionados, con los guantes puestos. Pasó a disposición judicial el lunes y el juez ordenó su ingreso en prisión atendiendo al reclamo del Juzgado de lo Penal Nº 7 de Madrid. Si no se atiende su recurso, cumplirá cuatro meses.

La persona ha sido el peor enemigo del jugador en el caso de Moha. Unas condiciones de primer nivel, altura (cerca del 1,90), envergadura, juego de pies… que no han sido explotadas por su mal comportamiento lejos de los campos. En el Madrid desaprovechó una oportunidad que solo le llega a los elegidos. Llegó a ser segundo portero (se quedó a un imprevisto de Kiko Casilla de ser el portero más joven en debutar con el Madrid superando a Canales y Casillas) y convocado y por tanto campeón del Mundial de clubes en la temporada 17-18. Era menor de edad. Marcelo le bautizó como Dida por su parecido con el exguardameta brasileño cuando siendo un crío, apenas 16 años, Zidane empezó a reclutarlo con el primer equipo por el consejo de Llopis, el entrenador de porteros blanco. Cristiano le regaló un día dos móviles. Era querido y se le veía con potencial.

Pero se fue quedando por el camino. Una vida muy desordenada, un cúmulo de comportamientos alejados de la profesionalidad, sanciones y multas… Los esfuerzos por enderezarle han sido muchos. Se le sacó de la residencia y se le intentó alejar de las tentaciones de Madrid llevándolo a vivir a Paracuellos, donde un taxista le llevaba y la bajaba a entrenar. Ni por esas. En su tiempo campeón de Europa Sub-17, también protagonizó en la Federación otro episodio que le supuso un severo castigo.

El Madrid tiró la toalla tras aquel accidente que desencadenó lo que ha venido después. Ninguno de sus distintos agentes pudo enderezarle. En su Instagram luce decenas de fotos de su época con Cristiano, Ramos y compañía. También una imagen con Ayoze Pérez, con el que compartía agente, Olaf Bonales. Ahora es Borja Arjona, amigo de la familia desde que el Madrid empezó a seguirlo, quien le lleva sus asuntos. Han sido muchas las ocasiones en las que ha querido hacer propósito. Muchas veces verbalizado ("esta de verdad no se me escapa"), nunca conseguido, aunque ahora, dicen los que le conocen, estaba cerca.

Quizás era este el momento, última oportunidad como portero Sub-25 para llegar al fútbol profesional, tras una buena temporada, la pasada, más allá de que saltara a los medios por marcar un gol desde su campo. Por eso el Tenerife le renovó un año más y se le veía más centrado, en su peso, consciente de que se le acababan los cartuchos. Incluso estaba colaborando con una Fundación de la Universidad de La Laguna para ayudar a personas desfavorecidas en el marco del Campus Sansofé. Siempre fue un buen chico, coinciden los que trataron con él desde sus tiempos en La Fábrica. Pero esa ausencia de maldad no le salvó de su bajada a los infiernos.

Moha, con un grupo de migrantes en situación desfavorecida en un campus.
Moha, con un grupo de migrantes en situación desfavorecida en un campus.

Esta entrada en prisión puede condenarle, nunca mejor dicho, pero desde el club se está expectante y por ahora no le cierra la puerta a su regreso. Se entrena en el gimnasio de Tahíche para no perder del todo la forma a la espera de que le concedan ese tercer grado. En cualquier caso, todo está en el aire, con Moha preso, viviendo los peores días de su vida, dando vueltas a la cabeza, ahora sin más distracciones, en la soledad de su celda, el mayor golpe de realidad que se ha llevado en su vida. O le deja KO para siempre o le espabila de verdad.