Balint, un campeón de Europa en Burgos: "Cuando jugábamos fuera con el Steaua nos traíamos whisky y vídeos VHS para venderlos en Rumanía"
El exjugador del Burgos conversa con Relevo y rememora su paso por el fútbol español.
Cuando llegó al Burgos en 1990, Gavril Balint (Rumanía, 1963) ya venía de ganar una Copa de Europa con el Steaua de Bucarest y de perder otra final años después, contra el todopoderoso Milán de Sacchi. Era un periodo fantástico para el fútbol español, aún no demasiado manoseado por el fenómeno de la publicidad y una televisión que insuflaría dinero desproporcionadamente creando monstruos.
El mítico Plantío, como recuerda a Relevo por teléfono desde su país, no estaba en buenas condiciones, pero era puro, tosco, incómodo para los de fuera… Y por allí merodeaba siempre este escurridizo, desinhibido e irreverente vampiro arribado de Transilvania que se movía por el área con denuedo.
Eran otros tiempos. Años en los que la clase media-baja de la Liga tenía al menos la posibilidad de luchar con gigantes haciendo uso de armas importantes. Aún no se la miraba con desprecio o, peor aún, con condescendencia. De hecho, esa clase media-baja, pertrechada en la temeridad, era el verdadero rival a batir.
Háblenos primero de su Steaua.
Era el mejor equipo de Rumanía, y quizás de Europa. En 1986 ganamos al Barça por penaltis en Sevilla. Luego, en el 89, perdimos 4-0 frente al Milán. Un año antes disputamos las semifinales contra el Benfica. Fueron cinco años maravillosos, estupendos. En la segunda mitad de los ochenta, en nuestro país, también ganamos cinco campeonatos, tres copas… ¿Sabes? La selección, su columna vertebral, era nuestro equipo. Nos clasificamos para el Mundial de Italia'90. Metí dos goles, uno contra Argentina; el otro contra Camerún. También Lacatus le metió dos a la Unión Soviética. Éramos un club enorme, probablemente el mejor de todos los tiempos en el fútbol rumano.
Bucarest antes de caer el Telón de Acero. ¿Qué recuerda?
Vivíamos en el comunismo. Había sólo un partido político. Había problemas con la comida, con el dinero… Había dificultades para salir del país. La vida era difícil, aunque los futbolistas estábamos mejor que un trabajador normal. Podíamos cruzar fronteras para jugar los partidos, y esto nos daba la posibilidad de comprar cosas mejores a las que no tenía acceso la gente dentro de Rumanía. También comida.
Lo de la gasolina, ¿en qué consistía concretamente?
Por ser futbolistas teníamos también aquí privilegios respecto a otros, que sólo podían comprar veinte litros al mes para el coche. Nosotros, por suerte, algunos más. Jugábamos en el equipo del ejército, el más querido, especialmente para el hijo mayor de Ceaucescu. Bueno, en realidad, también era el de su padre.
¿Qué comprabais cuando salíais fuera a jugar?
Ropa, tabaco, whisky que luego vendíamos en Rumanía… Comprábamos vídeos VHS para después venderlos también. Con ese dinero, ya en nuestro país, compramos un coche.
¿Quién le llamó del Burgos?
Tras el Mundial del 90, muchos futbolistas rumanos comenzaron a salir a otras ligas. Lacatus se marchó a la Fiorentina, Hagi al Madrid… Yo hice la pretemporada con el Steaua en Holanda, y al volver ya me estaba esperando en el aeropuerto Ioan Becali, una especie de intermediario de jugadores. Un representante que trabajaba con José María Minguella. El caso es que estaban allí esperándome con varios directivos del Burgos.
¿Qué sucedió?
Salimos a cenar y me plantean la oferta del Burgos. Yo quería salir del país, sobre todo porque en nueve temporadas había ganado todo lo posible con el Steaua de Bucarest. Me seducía la idea de jugar en el fútbol español, de mucha más repercusión. El Burgos, que acababa de subir a Primera, fue la primera oferta que tuve. Acepté, ya lo creo.
El Steaua no lo puso fácil.
Sí, porque pedía mucho dinero por mí. Casi un millón de dólares. Demasiado, pero al final pagaron.
Tres años en el Burgos. Era otro fútbol.
Entre otras cosas, por lo de los cuatro extranjeros. Tres en el campo y uno fuera. Estaban Barbaric, Juric… El míster, que no sé si vive aún, era Díaz Novoa. Creo que era de Gijón. El presidente era Martínez Laredo, también me acuerdo de él, porque pujó fuerte por mí.
Sigue vivo. Le entrenó del 90 al 92.
Muy contento de escuchar esta noticia. Le mando un abrazo fuerte desde Rumanía. Dos años bastante buenos. El primero, creo, terminamos décimos, y el segundo poco más abajo, pero sin apuros. Yo anoté muchos goles. Me adapté muy rápido al fútbol español, sí.
Mítico estadio El Plantío.
Era el peor estadio de España, creo. Muy antiguo, el césped muy malo. Además, apenas teníamos un centro de entrenamiento. Sí, había algunos campos, pero no un centro tal cual. Las condiciones, para ser la Primera División, no eran inmejorables. Me habría esperado algo mejor, sinceramente. Además, si lo comparabas con las instalaciones, con las condiciones que teníamos en el Steaua… En este sentido, en Rumanía, estábamos fantásticamente bien.
¿Sus recuerdos son malos entonces?
No, todo lo contrario. Maravillosos. Un placer haber jugado tres temporadas en este fútbol. Tenía a mis amigos también por allí: Lacatus en el Oviedo, el portero Silvio Lung en el Logroñés… Estaban Hagi y Belodedici en el Valencia. Miodrag fue mi mejor amigo del Steaua, incluso compartimos habitación. Lo pasamos bien en España, ya lo creo que sí.
Volviendo al estadio, creo recordar que para los grandes no era nada fácil ganar ahí.
Romario nos llamaba "matagigantes", porque allí ganamos al Madrid, y contra el Barça creo que también. Sí, ningún grande nos ganó en mi primer año allí.
Su tercer curso fue el peor. ¿Por qué se marchó?
Cambió todo: entrenador, junta directiva, había problemas con el salario… En mi caso también me lesioné y tuve que dejar el fútbol.
¿Ha regresado muchas veces a Burgos?
Sí, muchas veces. Incluso quedo con antiguos compañeros cada vez que voy. Tengo amigos aquí en mi pueblo que quieren ir a probar el cordero de Burgos. Estoy organizando un viaje con ellos.