OPINIÓN

Ancelotti no engaña a nadie

Carlo Ancelotti durante la rueda de prensa previa al partido de Las Palmas./Efe
Carlo Ancelotti durante la rueda de prensa previa al partido de Las Palmas. Efe

Cuando tengo un pico de ansiedad, varias veces al día, siento el impulso del pirómano. Sólo veo el bidón de gasolina como solución al incendio. Nada de pasar la página para serenar las aguas. Quemar la librería. En el Real Madrid no hay quema mayor que la que se descontrola tras una derrota. Aparecen de debajo de las piedras radicales del 'ya no vale nada', agoreros que sacan a pasear sus medallas del 'eso ya lo sabía' o profetas de los despidos. Perfiles, por otro lado, que viven en un servidor como si fuera el personaje de Múltiple. Por eso, el Madrid y el entorno madridista tienen una suerte bárbara de contar con Ancelotti en el centro de la DANA (y de la diana).

Carlo Ancelotti sobre las críticas. EFE

Siempre que escucho al entrenador blanco recuerdo a un compatriota suyo, marxista, que dijo aquello de "soy pesimista por inteligencia y optimista por voluntad". En el equilibrio se juega y se sobrevive en este partido. En el movimiento pendular, ausente de fanatismo, se desplaza el técnico para mandar un mensaje terapéutico que enfríe los ánimos. En cada comparecencia ofrece respuestas a la crisis, autocrítica, asunción de errores y hasta clases de geometría. En su última aparición, la primera después de naufragar contra el Atlético por negligencia propia y ajena, bajó la pelota al suelo e intentó relativizar la situación con la realidad: no se debe pasar todo por la trituradora cuando antes del derbi se había ganado todo.

Sin embargo, Ancelotti no engaña a nadie. Su realismo presente y su optimismo voluntarioso convive con un pesimismo que le hizo ver el futuro antes de que se presentase. Sus espaldas son anchas, dijo el domingo, y esa extensión se la han dado la experiencia y los palos. El italiano sabía que esta temporada iba a caminar por espinas. En verano alertó de las goteras de la plantilla (pidió un lateral derecho y rogó por el fichaje de un delantero de primer nivel) y se encontró con "manzanas traigo".

Ninguna sorpresa para él, por otra parte. Ancelotti ya ha estado aquí varias veces. Por eso, también sabe qué camino tiene que tomar, que no es otro que el de la adaptación. Ya lo hizo en su primera etapa, cuando tuvo que encajar a Bale con calzador en una plantilla engrasada. En aquel momento no transformó el sistema, sólo dejó a Di María fuera de lugar. Ahora, con la llegada de Bellingham y un 9 fantasma, ha abandonado el 4-3-3 confortable de la última década por un rombo que enamora más a la directiva que a él y al vestuario. No le queda otra que tragar.

Como no puede mentir, Ancelotti obvia palabras. Cuando le preguntaron por la falta de delanteros en la plantilla, respondió con un regate: "Pueden opinar porque el fútbol es una pasión para todos, cada uno tiene que tener sus ideas. No puedo entrar en esto. El equilibrio es lo más importante y lo tengo en los genes. Soy capaz de evaluar bien. Poner en duda todo me parece demasiado". Es menos problemático el discurso pacífico que acordarse de los goles de Kane en el Bayern o recurrir a la metáfora de la lámpara y el sofá. Pero Ancelotti ya vio venir las curvas cuando ni siquiera había alquitrán en la carretera.

Como el exceso de pasado te lleva a la depresión y eso no sirve de nada para surfear las olas, Ancelotti se centra en el presente y en un clavo ardiendo que es Vinicius. El técnico le espera con ansiedad. Tanta que le convocó para el derbi, desoyendo a varios departamentos, aunque finalmente se quedó fuera por gastroenterisis (?). Carletto es consciente de que en este grupo no hay nadie más imprevisible y desbordante que el brasileño. Ahora mismo, sin Courtois y ni Militao, padre e hijo, su presencia es la esperanza del Espíritu Santo para volver a emprender el vuelo. El sistema le perjudica tanto o más que a otros compañeros, pero la diferencia es que él mismo puede ser un dibujo. Sin él, el ataque blanco ha carecido de ímpetu, constancia y liderazgo. Ahora Rodrygo sabe lo que pesa ser el pararrayos del Madrid. Para ser la máxima estrella del equipo también se necesitan espaldas anchas.

Después de varias semanas sin apreciar en el equipo insolencias en el uno contra uno, ningún atisbo de la improvisación que da el genio y con el talento de Güler de vendaje en vendaje, el regreso de Vinicius ante Las Palmas representa la fe de lo que está por estrenar. Un alivio para Ancelotti que, sin embargo, hoy mismo cedería todo su capital para que el 9 no siguiera huérfano. Eso eliminaría algún pico de ansiedad que otro.