Alejandro, el niño que con cinco años detuvo la pelea entre un entrenador y un árbitro: "He tenido que volver a defender a personas con esa misma convicción"
Más de una década después, Alejandro Rodríguez evoca para Relevo aquel gesto que dio la vuelta al mundo.
El 11 de mayo de 2013, en el Estadio Municipal López Socas de Las Palmas de Gran Canaria, un niño de apenas cinco años, Alejandro Rodríguez Macías, protagonizó una de las escenas más recordadas de juego limpio en el fútbol base. Como delantero del Unión Viera B, disputaba un partido de mini-prebenjamines, en la Liga de Escuelas, un campeonato donde ni los resultados ni las clasificaciones tienen relevancia. Durante la segunda mitad, tras un choque entre dos niños, el banquillo del equipo contrario –el Barrio Atlántico- saltó al campo y su entrenador, visiblemente alterado, llegó a encararse con el árbitro, acusándolo con un airado "¿tú te estás riendo de mí?". Mientras los adultos discutían, el pequeño Alejandro, quien mostró una calma inusual para su edad, decidió intervenir. Con los brazos extendidos y repitiendo "paren, paren, paren", logró detener la tensión. Ovacionado por el público presente, su gesto cruzó mares y fronteras, llevándole a recibir el Premio Infanta Doña Elena como reconocimiento a su ejemplar demostración de juego limpio.
Hoy, con 17 años, es el mediano de tres hermanos e hijo de Mercedes y Javier, y cursa 2º de Bachillerato en Gran Canaria. Hasta el año pasado jugaba en un equipo universitario de fútbol sala, pero ha comprendido que el balón no pesa tanto como los libros y el estudio. Ahora sueña con convertirse en bombero en un futuro cercano, una profesión que encarna el coraje y la templanza que ya mostró hace más de una década. "Recuerdo perfectamente ese momento, como si hubiera sido ayer. Hubo una falta entre niños y, sentado en el suelo, vi cómo el árbitro y el entrenador del Barrio Atlántico discutían. Tras cinco minutos, perdí la paciencia y los separé. Solo quería que jugásemos al fútbol. Afortunadamente hicieron caso y se separaron", narra. Su reacción, admite, fue un impulso natural ante una situación que no le correspondía afrontar: "El comportamiento del árbitro y del entrenador fue inmaduro. Eso no se puede permitir, y menos delante de críos", denuncia.
Por aquella imagen, la que encabeza este reportaje, recibió el Premio Infanta de España Doña Elena 2013, que reconocía a la persona o entidad que más destacó en ese año por un gesto especialmente relevante de nobleza o juego limpio en la práctica deportiva, o que haya prestado una contribución especial a la erradicación de la violencia en el deporte.
A los ocho años, dos después de recibir el galardón nacional, dejó el fútbol por un tiempo. Tras una breve incursión en el voleibol, a los 10 años regresó a los terrenos de juego, reincorporándose al Unión Viera. Sin embargo, debido a diferencias con la gestión del club, decidió dejar el equipo. "A esa edad, tuve la oportunidad de reencontrarme con el entrenador del Barrio Atlántico. Me dio la mano, no noté ningún rencor. Del árbitro nunca supe nada, es como si hubiese desaparecido por completo".
Alejandro no esconde su orgullo por su acertado gesto y valor, a la par que comprende el impacto simbólico. "Después de tanto tiempo, es un motivo de orgullo, claro. Fue un gesto que todo el mundo vio y que quedó marcado en la historia del juego limpio. Aprendí a distinguir el bien del mal, y a nivel social, me ayudó a rodearme de buenas personas y alejarme de las malas", reflexiona.
Huye de la etiqueta de héroe
Con la cabeza bien amueblada y con la mente centrada en sacar el curso adelante, el joven no pierde el tiempo en presumir de su destacada acción y evita cualquier intento de catalogarlo como un héroe, distanciándose claramente de esa etiqueta que algunos han intentado atribuirle. "No tengo complejo de héroe, no me viene de ese episodio ni de ningún otro. Soy así desde pequeño. Siempre he sido capaz de ver las injusticias y tratar de detenerlas, pero eso no me convierte en un héroe ni en un modelo a seguir, no me considero eso como tal. Al final, el tiempo pasa y no pueden seguir viéndome como aquel niño de cinco años... Uno cambia mucho, ya no se tiene la misma inocencia", explica con humildad.
Aunque reniegue de ese estatus, su habilidad para identificar y reaccionar ante las injusticias sigue siendo parte esencial de su carácter. "Desgraciadamente, mi isla está como está y me he encontrado en situaciones donde alguien ha querido hacerle daño a una amiga, y me he visto obligado a intervenir. He tenido que defender a personas con la misma convicción que tuve en aquel campo", asegura, reafirmando que ese valor permanece intacto en él, dentro y fuera del deporte.
El gesto inolvidable de Florentino Pérez
Entre los numerosos recuerdos que atesora de aquella etapa, destaca con especial cariño el gesto generoso de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, quien contribuyó a que su experiencia en Madrid fuera inolvidable. "Quiero mandar un beso enorme a Florentino Pérez por lo bien que se portó conmigo cuando tenía cinco años. El Real Madrid, al enterarse de mi gesto, contactó con mis padres y nos pagaron el viaje a Madrid, el hotel... Estuve en el Santiago Bernabéu, hice una visita guiada, Florentino me invitó a conocer a todos los jugadores -le dieron y le firmaron una camiseta-, a un partido en el palco y hasta tomé un café con él. Nos trataron de diez, fue un auténtico caballero, y le sigo muy agradecido", recapitula. "Y eso que soy del Barça", ríe a carcajadas desde su habitación.
También recuerda con nitidez el día en que fue homenajeado. "Me acuerdo del Cholo Simeone firmándome la escayola porque me había lesionado, la foto con la Infanta, con el Rey y con la Selección femenina de baloncesto... Incluso hubo un empleado de seguridad que me ayudó a llevar el premio porque no podía cargarlo".
El triste episodio con su hermano y un mensaje de sensatez
Los casos conflictivos en el fútbol no son cosa del pasado. Su familia sigue enfrentándose a situaciones desafortunadas, como ocurrió recientemente con su hermano menor. "Hace poco, mi hermano vivió una experiencia similar a la mía, en Gran Canaria. Se canceló un partido por un enfrentamiento entre el árbitro y el entrenador. Por lo que pude ver, le sacaron dos tarjetas rojas a dos compañeros suyos por sacar mal una falta. Sí, suena surrealista, pero así fue. Y hablamos de categorías infantiles... Es lamentable, no se puede ser tan severo con los niños. La gente en la grada perdió los papeles", asiente con preocupación. "Bajé al campo y abracé a mi hermano. Lo tuve que consolar, porque no paraba de llorar", subraya con rechazo y pena por estos episodios que no fomentan los valores del deporte.
Sobre el comportamiento en las gradas y su impacto en el fútbol formativo, Alejandro aprovecha el altavoz de Relevo y hace un llamado a la educación y al respeto, recordando la importancia de mantener la compostura. "El fútbol es un juego en el que uno gana y otro pierde. Y perder no le gusta a nadie. Pero los padres y los aficionados, sobre todo los que no están en el campo, deben aprender a comportarse. Sobran los insultos. Lo que realmente falta es más educación y empatía, tanto en las categorías profesionales como en las amateur", expone con una visión madura y reflexiva.
Para los jóvenes deportistas, ofrece un consejo final desde su experiencia: "No te tienes que dejar guiar por la opinión de nadie. Si el fútbol es lo que te apasiona, no cometas el graso error que cometí yo de dejarlo. La clave está en seguir los propios sueños, que no siempre se cumplen, y no rendirse ante las dificultades por muy feo que se pongan las cosas", sentencia al tiempo que organiza una mochila cargada de esperanza y futuro.
Este reportaje fue publicado originalmente el día 8 de octubre de 2024 y ha sido recuperado como una de las historias más vistas de Relevo.com del último año.