Lando Norris, entre la presión del líder que nunca ha sido y los fantasmas que aún no ha superado
Marina Bay le presenta el reto definitivo al británico justo antes de encarar la recta final del campeonato.
Cuánto le ha cambiado la vida a Lando Norris en apenas 12 meses... Hace un año y cinco días, siendo exactos, el británico era carrileado por su amigo Carlos Sainz hasta línea de meta. El español le admitió por radio a su ingeniero que estaba proporcionándole el DRS a propósito para que este escapara de un George Russell que acabó contra el muro y así el de McLaren se subiera al podio segundo.
Todo ha dado un gran giro desde aquella ayuda: el británico es el más rápido con cierta holgura, cuenta con el beneplácito de su equipo para pelear por un Mundial que todavía no se ha perdido en el limbo y mañana la corriente juega a su favor como poleman. Cualquiera querría estar en su piel... menos él.
Refleja una importante incomodidad cuando completa el mejor tiempo del sábado. Sabe que eso implica que el favorito para llevarse la victoria es él y que cualquier otro final pondrá su figura en el foco de la crítica una semana más. Es lógico: de las cuatro ocasiones en las que ha partido desde la pole esta temporada (Italia, Países Bajos, Hungría y España) en ninguna completó la primera vuelta en cabeza, siempre lo adelantaron. En Singapur mostró de nuevo un gesto descafeinado, una mezcla de emociones. Le satisface cumplir con la expectativa que se pone sobre el piloto que conduce el monoplaza más rápido pero le incomoda el peso que eso mismo le pone encima. Sobre todo, a quién tiene encima.
Este domingo a las 14:00 horas se batirá en duelo con varios de sus fantasmas. El primero, la ya citada pole, maldita en su caso. Es una espina que puede quitarse si aprovecha la escasa anchura de las calles de Marina Bay, aunque tendrá que cerrarle la puerta a su segundo espectro. Max Verstappen se tira como nadie a la yugular y desde el segundo puesto no acostumbra a hacer prisioneros. Norris ya le conoce.
Por cómo mostrado ante las cámaras hasta ahora, no se atisba una reacción y una transformación de su mentalidad que lo encamine a comportarse como el líder que ya debería ser. Ayer salió de su coche serio, poco confiado en que su vuelta del sábado signifique sumar 25 puntos a su casillero en el Mundial. Pero enfrentar el miedo a la responsabilidad se antoja imprescindible si no quiere dejar con cara de tonto al garaje papaya. Por sus manos pasa el trabajo de todo el año que ha transcurrido hasta este punto. El tiempo apremia y el margen de maniobra se reduce. Necesita contundencia, desarrollar su madera de campeón y reducir a mayor velocidad los 59 puntos que lo separan del campeonato a falta de solo siete fechas.
Singapur es el escenario perfecto para crear una inercia y cambiar su tendencia por varias razones. La más importante es que ya ha hecho la mitad del trabajo. Marc Gené, miembro del equipo Ferrari, describió tras la clasificación el trazado asiático como "un segundo Mónaco", lo que significa que una gestión correcta de la carrera le asegura la victoria. Las características de Marina Bay permiten al piloto desarrollar estrategias de todo tipo, según le convenga, y que solamente un error grosero penaliza. Si Sainz le regaló el DRS en 2023 fue porque sabía que ni con esas perdería.
Además, el histórico del trazado hace contrapeso con la paupérrima estadística de Lando: desde la inclusión en el calendario en 2008 y 14 visitas a la ciudad después, el poleman ha cantado victoria hasta en nueve ocasiones. Checo Pérez (partió segundo), Sebastian Vettel en dos ocasiones (tercero), Lewis Hamilton (quinto) y Fernando Alonso (con un milagro desde la 15ª plaza) le dan variedad a un dato que sigue siendo muy favorable a los que clasificaron primeros en la contrarreloj. El reto de Norris es superar sus miedos y poner la directa al campeonato con un "ahora o nunca" rondando su cabeza.