F1 | GP CANADÁ

El "voy a decir lo que quiera" de Charles Leclerc que saca a relucir la frustración y el desconcierto de Ferrari

Las palabras del piloto monegasco a su jefa de prensa antes de comparecer ante los medios definen las dudas del equipo italiano.

Carlos Sainz vuelve a su garaje tras ser eliminado en Q2. /Agencias
Carlos Sainz vuelve a su garaje tras ser eliminado en Q2. Agencias
Daniel Knecht Escobar

Daniel Knecht Escobar

Las particularidades de lo que ha pasado en Ferrari durante este sábado probablemente se guarden a cal y canto, como un secreto de estado. Si es que alguien las conoce. Después de una tendencia positiva y un estado de humor exuberante, culminado con victoria en Mónaco, los caballos rampantes cayeron como 11º (Charles Leclerc) y 12º (Carlos Sainz) en Montreal. Prácticamente inexplicable.

Igual de inexplicable que lo de Checo Pérez cayendo de nuevo en Q1 (en la semana de su ansiada renovación con Red Bull), lo de Daniel Ricciardo, Lance Stroll y Alex Albon colándose entre los diez primeros, o lo de Mercedes y una repentina resurrección para firmar una pole (y casi un doblete en primera línea). Pero así es el deporte a veces, y así el Circuito Gilles-Villeneuve por definición: cerrado, emocionante y predecible. Todo pasa por una cuestión de milésimas, que se lo digan a Max Verstappen, que calcó el tiempo que le valió la pole position a George Russell.

Y efectivamente, después de ilusionar en los primeros entrenamientos del viernes, ni Carlos Sainz fue capaz de dilucidar alguna respuesta. "Desde los Libres nos estaba costando mucho, por alguna razón que no entendemos. Los Ferrari no hemos ido bien en esta pista y hay que averiguar por qué". Ni siquiera aceptó la propuesta del periodista de tildar la clasificación de "dramática", a pesar de que sólo dos semanas antes él estaba tercero, y su compañero, primero.

Del champán al disgusto

El que menos contento estaba, y muy visiblemente, era el propio Charles Leclerc. El monegasco se subió al primer escalón del podio en su casa. Lloró durante las últimas vueltas pensando en sus amigos, familia y todas aquellas veces que besó los muros de sus calles, estrellando en ellos sus esfuerzos y sueños. Dos semanas más tarde estaba en los canutazos post-qualy antes de tiempo, mientras sus compañeros de profesión sí completaban el trabajo del día.

Antes de soltar palabra, la jefa de prensa le enseñó un papel con unos apuntes sobre lo que le convenía asegurar a los medios. Ni leerlo quiso: "Voy a decir lo que yo quiera". Charles terminó mordiéndose la lengua, consciente de que no era ni el momento ni el lugar para sacar ningún trapo sucio. Al final, soltó un discurso protocolario: "Simplemente no hemos sido lo suficientemente rápidos. No tengo la respuesta. Es frustrante, proque no podemos meter los neumáticos en temperatura".

Igual de escueto que Carlos, se fue también de manera parecida. Resignado y cabizbajo, con ganas de concentrarse en sacar algo de jugo de un domingo complicado. "El objetivo mañana es sacar los máximos puntos. Y correr en húmedo estaría bien, lo prefiero", sentenció. Solo se pueden encomendar a ese deseo final para arreglar un fin de semana en el que nadie de Ferrari sabe qué ocurre, ni dónde ha quedado ese equipo que, como Fernando Alonso ironizó, "después de Mónaco iba a ganar el Mundial".