Netflix ignora a Movistar, pasa de puntillas por Pogacar y se enamora perdidamente de un anglosajón
El último documental de la plataforma de streaming se empeña en contar la historia del Tour de Francia como lo hace con la F1 pero naufraga.

Lo de Netflix es contar historias. Lo llevan en el ADN. Tal vez de ahí su intención de convertir cada documental de deportes en una especie de sitcom donde hay quince personajes con tramas que más o menos se acaban cruzando. En "Drive to Survive", la excelente crónica de un año en la Fórmula Uno, la cosa funcionaba, probablemente porque la Fórmula Uno necesita esa narrativa múltiple. Al fin y al cabo, sobre todo de un tiempo a esta parte, la emoción está tanto en la competición como en la narración de esa competición, que, por errática que a veces pueda parecer, acaba funcionando.
Sin embargo, la estrategia no tuvo demasiado éxito en las dos entregas sobre el circuito ATP, ni en el repaso al Tour de Francia 2022. Tampoco, y es una pena, en el de 2023. Porque aquí la selección de corredores es decisiva y una carrera de tres semanas rara vez admite quince enfoques distintos, sino que exige ir al grano. "Tour de Francia: en el corazón del pelotón" abusa de ese estar en el corazón y pierde perspectiva. Se centra en una serie de corredores -la mayoría, anglosajones- y nos deja a medias en lo que respecta a los demás. Puede que no pretenda ser un documental para entendidos del ciclismo, pero si no eres entendido del ciclismo, ¿cómo te ves siete capítulos de tíos sobre dos ruedas?
Ahora bien, si lo eres, ya digo, hay demasiadas cosas que chirrían. La principal, el contexto de la rivalidad en esa edición del Tour, la anterior y la anterior. Es decir, el duelo Tadej Pogacar-Jonas Vingegaard. Un duelo histórico entre dos monstruos de este deporte cuyo tercer episodio llenó absolutamente todos los comentarios de redes sociales y las portadas de los medios especializados. En rigor, no hay Tour de Francia desde 2020 que no sea una extensión de la batalla Jumbo Visma-UAE y cuando hay un corredor generacional, llamado a ser de los grandes de la historia y que además encadena cuatro Tours entre los dos primeros como Pogacar, te tienes que quedar con él y con sus sueños de campeón derrocado.
El macguffin más largo de la historia
No puedes alterar esa narrativa porque es la que permea toda la carrera. Es como hacer un documental del Tour de 1989 y hablar de lo bien que lo hizo Thierry Marie en las cronos. Hombre, pues sí, pero ¿qué tal lo de LeMond y Fignon? No puedes plantarte en la narración de la quinta etapa y plantearla como un duelo entre Jonas Vingegaard y Jai Hindley, el australiano líder hasta ese momento. No puedes, ya digo, porque nadie lo vivió así. Aquella fue la primera etapa de montaña del Tour y el primer rejonazo del danés a su rival esloveno. Todo tiene que centrarse en eso: cuándo atacó, dónde, cómo, qué hizo Pogacar, qué reacción tuvieron sus directores…
Lo demás, me sobra. Me sobra Hindley, por muy anglosajón que sea. Me sobra su supuesta rivalidad con su compatriota Ben O´Connor, porque lo de Netflix con O´Connor es verdaderamente una historia de amor, un enamoramiento que no se justifica en ningún momento posterior. O´Connor es un macguffin larguísimo: el director nos lo muestra de principio a fin, pero lo gordo de la historia va por otro lado. Por si alguien no conoce a O´Connor, decir que quedó cuarto en la general en el Tour de 2021 y en el Giro de este año. Por lo demás, tiene un carácter de mil demonios y eso daría juego en "Supervivientes". Aquí, no.
Aquí, ya digo, queremos Pogacar. Pogacar y Vingegaard. Vingegaard y Pogacar. Y claro que entendemos que haya espacio para los sprinters o para las sospechas -bastante burdas en su tratamiento- de dopaje o para los piques entre franceses y extranjeros, distintas maneras de entender el deporte… pero lo que pasará a la historia no puede ser arrinconado por una rivalidad australiana o un homenaje a Gino Mäder. Eso, desgraciadamente, tiene que quedar en los márgenes.
La inexistencia de Movistar Team
Mención aparte merece el reto de contar una carrera desde dentro cuando no todos los equipos te dan ese acceso privilegiado. Hay en el documental una pretensión de totalidad que no es real. Hay demasiados equipos, demasiados corredores, que, como no pasaron por el aro, directamente parece que no participaron en el pasado Tour. Entre ellos, por lo que nos afecta, el único equipo español del World Tour, es decir, el Movistar Team.
No es que el Movistar hiciera un Tour como para pasar a los anales del ciclismo, pero las cosas raras hay que señalarlas: una de las primeras narrativas es la de Richard Carapaz, vencedor del Giro de 2019 y rutilante fichaje de Education First, otro equipo anglosajón. Carapaz, aspirante a todo, se cae en la primera etapa y tiene que retirarse. Junto a él cae otro corredor, al que vemos perfectamente en pantalla porque Netflix sí puede utilizar todo el contenido que se emitió en directo por televisión. Se trata de Enric Mas. La gran baza de Movistar Team, varias veces podio en la Vuelta a España y que acumula un quinto y un sexto puesto en sus pasadas participaciones en el Tour.
De Mas no se dice ni el nombre, como no se menciona que, subiendo el Puy de Dôme, además de Matej Mohoric, dos corredores destacaron sobre el resto: Michael Woods, el ganador, del equipo Israel, y, sobre todo, el agonístico Matteo Jorgenson, por entonces en las filas de Movistar, en lo que fue su presentación en sociedad dentro de la élite. Este año, ya en Visma (antiguo Jumbo) ha ganado la París-Niza, ha sido segundo en el Criterium du Dauphiné y es el gran lugarteniente de Vingegaard para el Tour que empieza el lunes.
Más allá de la justicia a los hechos mismos, ¿cómo te puedes dejar fuera a Jorgenson cuando sabes que va a ser una de las estrellas del Tour que viene? Es un disparate. Todo, como castigo a Movistar Team. Al estadounidense solo le vemos cruzar la meta y porque lo hace junto a Mohoric. El resto, todo elipsis. Da la sensación de que Netflix va a tener que cambiar el enfoque si quiere seguir con estos resúmenes del Tour de Francia -lo de la ATP ya lo ha dado por imposible- y centrar el tiro. Esto no es la Fórmula Uno, donde la carrera te cabe de un vistazo, apenas hay cambios y todo son narrativas que dan vida a esa aparente parálisis. Es ciclismo. Y aquí, o te agarras a la rueda de la historia, o la minutada de bostezos es de aúpa.