Tardaremos un año en conocer las consecuencias reales de la caída de País Vasco
El tremendo accidente acaecido en la etapa del jueves, que implicó a nombres de relieve y propició un terrible parte de bajas, ha conmocionado a todo el mundo del ciclismo.

Hace un día maravilloso en Sierra Nevada. El mal tiempo de la semana pasada ha sembrado una alfombra de nieve en la montaña y dejado paso a una repentina primavera que permite estar en manga corta a 2.300 metros de altura. Los más claritos de piel se ponen colorados por el sol. Dos amigos comparten un agua con gas y unos cafés; uno de ellos es técnico de uno de los muchos equipos de primerísimo nivel que están concentrados aquí arriba aprovechando el oxígeno, las carreteras y la tranquilidad. La conversación discurre animada y simpática mientras ven la cuarta etapa de la Vuelta al País Vasco en un iPad.
En esas sucede la dichosa caída. A los amigos les cambian la cara y el estado de ánimo. Se hielan. Nerviosos, rebuscan información en sus teléfonos mientras auscultan las imágenes que la televisión se empeña en mostrar y que sólo aumentan la zozobra del técnico, preocupado por la integridad física de los ciclistas propios y ajenos. Lo que para algunos puede ser interés y para otros morbo, en él es desasosiego. Sabe o imagina cuánto trabajo, cuántas ilusiones y cuántas personas hay detrás de cada uno de los heridos. Teme. Sufre.
Un ciclista se une al corrillo. Pregunta por los compañeros y por los rivales. Tuerce el gesto recibiendo la poca información disponible antes de someterse a una entrevista que claramente le sobra en esos momentos de preocupación. Al término de la misma, vuelve a interesarse por el parte de bajas y su jefe de prensa le pone al día. "¿Quién ha caído de los nuestros?", insiste. Escucha la respuesta. "What the fuck", reacciona. No hagamos traducciones literales: su tono esconde un lamento amargo, hondo. Se marcha rumiando la desgracia sobrevenida.
#Itzulia2024 | Entrevista con Pello Bilbao tras pasar la línea de meta. Hablando de todo lo sucedido.
— Le Puncheur (@LePuncheur_) April 4, 2024
🗣️ “Creo que nos tiene que hacer reflexionar a los propios ciclistas”.
🎥@lauramtaberner pic.twitter.com/swEleus5lA
Sucede lo mismo en el seno del pelotón, y en la línea de meta entre auxiliares de equipos y personal de organización. Se hacen recuentos de bajas y se cuestionan en voz alta incluso los elementos más esenciales e intrínsecos de un deporte, el ciclismo, donde la belleza y la crueldad viven en una perversa simbiosis. Los más valientes y elocuentes, como Pello Bilbao, se expresan ante los micrófonos con autocrítica: "Estamos viendo muchísimas caídas e igual no es culpa de los recorridos. Debe hacernos reflexionar a los propios ciclistas, que somos quienes creamos el peligro. Habrá que replantearse un poco nuestra manera de competir".
Clavícula y varias costillas para Jonas Vingegaard; clavícula y escápula para Remco Evenepoel; neumotórax y dos vértebras torácicas para Steff Cras; conmoción cerebral y esternón para Sean Quinn; una vértebra cervical y dos torácicas para Jay Vine; susto y abrasiones sin huesos fracturados para Natnael Tesfatsion y Primoz Roglic. Y miedo, mucho miedo, para todos sus seres queridos: familias, amigos, parejas, compañeros, e incluso aficionados que se emocionan y se afligen con sus andanzas.
A message from @EvenepoelRemco for his fans 😊 pic.twitter.com/GiyApRw8Ij
— Soudal Quick-Step Pro Cycling Team (@soudalquickstep) April 4, 2024
Aunque el parte de bajas sustantivo lo sepamos ya, las consecuencias reales de esta caída masiva tardaremos un año en conocerlas. Algunas de las lesiones son, por sí mismas, capaces de condicionar la vida deportiva y personal de quienes las han sufrido. La experiencia será a buen seguro traumática para muchos de los implicados y de los testigos: por lo que rompe, por lo que infunde. Las planificaciones de todos los caídos quedan en entredicho y este jueves probablemente se haya arruinado un Tour de Francia, sí; pero también muchas psiques, y algunos cuerpos. Aunque el sol vuelva a brillar sobre la Sierra Nevada bucólica, a quienes estén allí arriba les costará unos días volver a disfrutarlo.

Y qué decir de quienes deban asumir el trago de volver a ponerse un dorsal en la Itzulia. Cariacontecido, el nuevo líder de la carrera Mattias Skjelmose rehusó en el podio ponerse el maillot amarillo que, por desgracia, hereda del caído Roglic. Un gesto de respeto. Una expresión de consternación.