CICLISMO

El mentor de Pantani y sus secretos: "Podía llegar a las 400 pulsaciones, ocho veces más de lo normal"

Amigos y compañeros de 'El Pirata' recuerdan a un personaje único que transformó el ciclismo por su forma de entender la vida.

Una pintura de Marco Pantani en el Spazio Pantani de Cesenatico. /Julio Ocampo
Una pintura de Marco Pantani en el Spazio Pantani de Cesenatico. Julio Ocampo
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Cesenatico.- "En 1990 descubrimos a un chico que se llamaba Marco. Le vi en una carrera junior. Era su primer año. Recuerdo que la subida era durísima: Monte Coronaro. Fuimos a ver a Della Vedova, pero nos quedamos sorprendidos con el rubio, quien lógicamente ganó esa etapa". Tiene 86 años, pero Giuseppe Roncucci no ha perdido lucidez en su discurso. Tampoco la memoria se ha llenado de telarañas. Él y Luciano Pezzi han sido, probablemente, los grandes mentores de un ciclista singular que celebra, desde el cielo, el 25º de la gran proeza: Giro y Tour'98.

Pino Roncucci, mentor de Pantani.Relevo

La entrevista es en el Spazio Pantani de Cesenatico, algo mucho más que un simple museo. De hecho, se trata de un baúl gigante de recuerdos con las bicicletas y los maillots más importantes de un Marco Pantani que vivió demasiado deprisa. Fotos de la adolescencia con la bici cosida, recortes de importantes periódicos que se hicieron eco de los éxitos y las desgracias de un ciclista singular, amante de la pintura, la pesca, la caza y las motos. Todo su legado está allí, con sus famosas bandanas, los highlights de ese año compitiendo con Bobby Julich, Tonkov, Guerini o el fantástico Ullrich. Con Erik Zabel o el controvertido Festina de Zülle. Además, instantáneas de la primera victoria en el Giro con el Carrera (1994), con gregarios amigos de una Mercatone Uno (primero con Pezzi como mánager; después con Giuseppe Martinelli) rendida a sus pies… Y el recuerdo otrora de siete millones de espectadores pegados al televisor.

Uno de ellos era Pino Roncucci, que atiende en exclusiva a Relevo mientras vira la mirada hacia un enorme cuadro que le dedicó Dario Fo (premio Nóbel de literatura en 1997). Lo tituló 'Pantanimachia', y en él emerge Marco encima de un toro que trata de domar una bicicleta. Es la bienvenida de este espacio, que celebró hace algunos días una carrera homenaje de cuarenta kilómetros por los rincones del ídolo eterno.

Acudieron decenas de hinchas de toda Italia, con sus pañuelos en la cabeza y sus tatuajes de Marco. Una idea de la Fundación Pantani para ayudar, con la recaudación, a Dino Folcani, viejo mecánico del mito cuyo hogar se ha visto dañado por recientes inundaciones de la zona.

"Conozco a la familia. La primera vez que nos reunimos con Tonina y Paolo fue cuando su hijo Marco dio el paso a amateur. Me llamó Savini -su director cuando era junior- para que me lo llevara a la escuadra Giacobazzi. Pregunté a Pantani por qué quería correr con nosotros. Me dijo que para ganar el Giro. Le prometí que lo intentaríamos. Corrimos tres e hicimos tres podios: primero, segundo y tercero. Los dos últimos no los ganó porque se cayó. Este era el Pantani amateur", rememora Pino, director deportivo desde 1969, primero con Giacobazzi di Nonantola y después con Rinascita di Ravenna. Comenzó con una Bianchi recogiendo castañas; terminó con casi novecientas victorias regaladas por los talentos que enseñaba.

"Me decían que era díscolo, ingobernable, pero era falso. Marco era tranquilo, pero no había que ordenarle nada sino involucrarle, convencerle"

Pino Roncucci

"Me decían que era díscolo, ingobernable, pero era falso. Marco era tranquilo, pero no había que ordenarle nada sino involucrarle, convencerle. Era muy agradecido. Estuvimos en contacto hasta un mes antes de morir. No olvidaré jamás dos momentos: uno cuando vino a verme a Forli, cuando caminaba a regañadientes por el accidente del 95; el otro es nada más acopiar Giro y Tour. Bajaba del hotel con Romano Prodi (entonces presidente del consejo de ministros). Le esperaban miles de hinchas animándole, entre ellos mi mujer y yo. Se detuvo para abrazarme. Le dije que se marchara, porque estaba haciendo esperar al premier", suelta entre risas.

Porque a Giuseppe se le eriza la piel aun cuando trata de poner rostro a una relación que duró más de treinta años, concretamente hasta la fatídica muerte del Pirata, cuyo rostro en Cesenatico se mueve entre lo sagrado y lo profano, lo divino y lo sobrenatural… Algo así como Maradona en Nápoles o Pasolini en Roma.

Entre la nada y el dolor, se decantaba siempre por el dolor hasta terminar haciéndolo suyo. Lo besaba; lo bendecía. "Tenía una capacidad de recuperación tremenda, incluso después de etapas en los Dolomitas. Enseguida estaba con 34 o 35 pulsaciones, las mismas que en el inicio de la etapa por la mañana, descansado. Apretaba más que nadie también. Podía tener hasta 400 pulsaciones cardíacas, ocho veces más de lo normal".

El tifoso y la familia

En el evento homenaje del binomio Giro-Tour'98, no faltaron ni familiares ni tifosi de un Pirata cuya poesía sobre ruedas era una linfa vital, una crisálida que acababa de romper el capullo. "No hay diferencia entre el Marco amateur y el profesional. Siempre corría igual, siempre atacaba -como Garibaldi- a cien kilómetros de la meta", concluye Pino, quien deja el testigo a Stefano Bagnolini, seguidor de Pantani y colaborador de la familia del ciclista. "Junto a mis amigos, somos los encargados de mantener vivo el legado en los grandes giros, en sus montañas y puertos. Si veis por televisión su nombre en la carretera, pancartas o banderas… Somos nosotros. Nos recorremos Europa así".

"No hay diferencia entre el Marco amateur y el profesional. Siempre corría igual, siempre atacaba -como Garibaldi- a cien kilómetros de la meta"

Pino Ronucci

"Recuerdo aquel verano del 98. Nada más ganar el Giro murió su amigo Luciano Pezzi. Marco estaba cansado y no quería correr en Francia. Su amigo Jumbo (Moreno Lotti) le convenció, por suerte. Me lo dijo él mismo, que le tocó en los puntos clave para convencerle. Está en nuestros corazones todavía", subraya un Stefano que no olvida los ingentes esfuerzos de Pantani por acabar con Tonkov. "Una vez se quitó los pendientes en una carrera, porque decía que le pesaba todo. El ruso era muy tenaz. De Ullrich, qué decir, Marco decía que fue su mejor rival". Le metió casi nueve minutos en la inmortal etapa Grenoble-Les Deux Alpes. ¿Y qué opinaba de los gregarios? "Eran la clave. Construyó un grupo con ciclistas de la propia región (Roberto Conti, Fontanelli…). Se conocían, eran amigos. Con ellos compartió el mérito siempre. De hecho, años después ayudó a Garzelli a ganar el Giro'00".

Su sobrina Serena Boschetti habla sobre 'El Pirata'.Relevo

Porque una estrella tenía que ser, antes de nada, un gran gregario. Lo decía siempre Pantani; lo comparte su sobrina Serena Boschetti, al mando del museo. "Tenemos todos los trofeos que ganó mi tío. Nibali, Roberto Mancini… Muchos han venido ya a visitarlo. Abrimos en 2007, poco después de su muerte. Tenemos su primera bici, cuando formaba parte de la escuadra Fausto Coppi", explica quien da vida a un espacio que cuenta con casi 10.000 visitantes al año. "Franceses, alemanes, chinos, holandeses, japoneses… Viene gente de todas las partes del mundo. Se emocionan recordando las gestas de Marco. Él ha hecho que mucha gente se aficione a este deporte, y aprecie su talento, cercanía, sensibilidad y humildad".

Michel Delvecchio, amigo de Marco Pantani.Relevo

Como Michel Delvecchio, amigo del Pirata e ideador de esta pedalata conmemorativa por los senderos en los que dejó su huella. "Monto en bici desde 1994, y es el segundo año que organizamos esta carrera informal, una excusa para recordar ese maravilloso verano del 98".

Hacía calor en Italia ese 2 de agosto. El país venía de ver por televisión la victoria de Sampras en Wimbledon. Faltaba un mes para la muerte de Lucio Battisti y dos para que Juan Pablo II publicara la encíclica Fides et ratio, una relación entre filosofía y fe. "Es una emoción. No tengo más que decir. En 1998 se escribió la historia del ciclismo. Nadie lo ha vuelto a repetir. Marco, en sí, era un don". ¿Por qué sigue interesando hoy? ¿Por qué divertía, animaba y ayudaba a salir del letargo? "Su carácter, su resiliencia", descubre Delvecchio lacónicamente.

Marco Pantani ha representado la vida con sus aristas complejas y fragmentadas, sus grietas. Como un caleidoscopio infinito, ha suscitado amor, odio y temor, pero nunca indiferencia. Su espíritu, como dice Pino, fue siempre el de amateur, y precisamente ahí está la clave de todo. La ingenuidad y la inocencia de un niño que no conoce diques en la ética o la moral. Sólo se guía por la fuerza indómita del instinto, del talento virgen. Nerón con las alas de un ángel. "… Fuimos a ver a Della Vedova, pero nos quedamos sorprendidos con el chico rubio… Era el 1990". Aún no se había quitado el piercing que tanto le pesaba. Ni estaba calvo ni tenía una mítica perilla teñida de giallo. Cesenatico no era más que una población de 25.000 espectadores asomada al Adriático que soñaba Roche, Indurain, Anquetil, Hinault, Coppi o Eddy Merckx. El Caníbal aún no había conocido al Pirata.

No, todavía no… Y Pantani no era ni por asombro ese dios maldito -siempre con la sombra del doping a cuestas- que recibió azotes de la mafia y de un sistema que le encumbró para terminar de hundirle. Solo y deprimido. Aunque, como dice la canción del grupo Nomadi, dispuesto a resurgir para La última subida.

Julio Ocampo
Julio Ocampo

Colaborador

Julio Ocampo es periodista, fotógrafo y escritor español. Vive en Roma desde hace más de diez años. Colabora para medios de tirada nacional e internacional: prensa, internet, radio y tv.