CICLISMO

Todos los Alejandro Valverde de nuestras vidas

Después de dos décadas de carrera profesional, la leyenda del ciclismo español y mundial Alejandro Valverde cuelga la bicicleta este sábado en Il Lombardía.

Alejandro Valverde se anota su primer triunfo como profesional: la general oficiosa de la Challenge de Mallorca 2003. /GETTY IMAGES
Alejandro Valverde se anota su primer triunfo como profesional: la general oficiosa de la Challenge de Mallorca 2003. GETTY IMAGES
Fran Reyes

Fran Reyes

15 años separan la imagen que abre este párrafo de la imagen que lo cierra. La primera corresponde al primer triunfo de Alejandro Valverde como ciclista profesional, uno que no figura en las bases de datos por su carácter semi-oficial: la general de la Challenge de Mallorca 2003. La segunda, al mayor de su carrera: el Campeonato del Mundo de Innsbruck 2018, aquel que llegó cuando su crepúsculo comenzaba a intuirse para poner el broche de oro a una trayectoria cuyas pedaladas posteriores han sido un sencillo epílogo, una despedida bella y humana a la altura de un ciclista de carne, hueso y magia. Esgrime el mismo gesto de alegría porque la naturaleza y la naturalidad de la persona siguen siendo las mismas, pese al paso del tiempo. Desde la Clásica de Almería de 2002, primavera que alboreaba, hasta Il Lombardía de este sábado, anuncio del otoño, han transcurrido 216.000 kilómetros durante los que han sucedido la Guerra de Irak, Leo Messi, Tuenti, y hasta una pandemia. Ocurrían nuestras vidas y Alejandro Valverde estaba ahí. Hasta hoy.

Alejandro Valverde se proclama campeón del mundo en Innsbruck 2018.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde se proclama campeón del mundo en Innsbruck 2018. GETTY IMAGES

Un secreto del pelotón: normalmente existe un mote para la opinión pública y otro, capcioso, que apenas se utiliza de puertas para dentro. Cuando pasó a profesionales con el Kelme, a Alejandro Valverde (1980, Las Lumbreras) los medios le llamaban El Imbatido porque, según la leyenda, pasó años sin ser derrotado en las pruebas de categorías inferiores: por muy ceñido que quedara el maillot en su cuerpo rechoncho, por muy finos que anduvieran sus íntimos Juan Carlos Escámez (primero, su rival; luego, su masajista) y Cayetano Juliá (el quinto con quien compartió equipos y hasta club de fans en su juventud), Valverde acababa ganando. En el seno del equipo, en cambio, le llamaban Torrente por su acentazo murciano.

Aquel primer Valverde era sonrisa, espectáculo y esperanza. Sonrisa porque sobre la bicicleta se expresaba desde el descaro: era un superdotado, lo sabía, y sólo lo sufría cuando eso le llevaba a esprintar más rápido que el compañero al que lanzaba. Espectáculo porque corría a pecho descubierto, imbuido del espíritu de un equipo dirigido por Vicente Belda, diminuto y carismático hombre de ciclismo que, cuando pasó del manillar al volante, cambió la chichonera por la boina del Ché Guevara. Esperanza porque el ciclismo mundial vivía una época de contrición y bloqueo espiritual, entre la lacra del dopaje y el candado de Lance Armstrong, y el jovencito murciano representaba la novedad, la frescura, la ruptura.

Alejandro Valverde y su compañero Javier Pascual Rodríguez alzan en volandas a Vicente Belda, director del histórico equipo Kelme, en el podio de la Vuelta a Murcia 2003.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde y su compañero Javier Pascual Rodríguez alzan en volandas a Vicente Belda, director del histórico equipo Kelme, en el podio de la Vuelta a Murcia 2003. GETTY IMAGES

Una especialidad de Alejandro Valverde en aquellos años de vida deportiva fue, a imagen y semejanza de ciertos lanzadores de penaltis, la 'paradinha'. Subía con los mejores, resistía las selecciones, participaba de los ataques… Hasta que, en un momento dado, se quedaba sencillamente clavado en la carretera y veía marcharse a los escaladores puros, jubilosos de haber doblegado al Imbatido. Pero, como en las películas de superhéroes, todavía quedaba el gran truco final: una aceleración desde las catacumbas que, inapelable, le servía para quitar las pegatinas a las bicis de sus rivales y alzarse con el triunfo. Tachán: el mago saca un conejo de la chistera. Así ganó su segunda etapa en la Vuelta a España, meta en la Sierra de la Pandera, un año en que vistió todos los maillots distintivos, subió al podio final y, dos semanas más tarde, se colgó la primera de sus siete medallas mundialistas en Hamilton (Canadá). 

Alejandro Valverde se anota su segunda etapa en la Vuelta a España, con meta en la Sierra de la Pandera.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde se anota su segunda etapa en la Vuelta a España, con meta en la Sierra de la Pandera. GETTY IMAGES

Ya por aquel entonces había quedado claro que, por mucho que sus condiciones de corredor explosivo, versátil y habilidoso le facultaran para hollar cumbres inexploradas por el ciclismo español en las clásicas, a él los Monumentos no le interesaban. Se había criado en un ciclismo de camisetas de tirantes frente al televisor durante las largas tardes de julio: a él lo que le gustaba eran las grandes vueltas y, por encima de todo, el Tour de Francia. Para disgusto de los puristas, llegó a decir en una entrevista que prefería ganar la Vuelta a Murcia a la Milán-San Remo. Con el tiempo, conforme endulzó el acento de Torrente y ganó eses al final de las palabras, el ahora conocido como Bala adoptó un discurso diferente: las únicas clásicas a las que en realidad se adaptaban sus cualidades son las que se disputan en las Ardenas belgas, Flecha Valona y Lieja-Bastoña-Lieja, y en ellas es 'pichichi' histórico. ¿A qué más podía aspirar? Luego en 2019, una vez en su vida, corrió el Tour de Flandes e hizo 8º…

Las decisiones de Belda y las vicisitudes de Kelme dilataron el debut de Valverde en el Tour de Francia hasta 2005, cuando ya había recalado en el equipo de José Miguel Echavarri y Eusebio Unzué: el histórico Banesto, el actual Movistar, el entonces conocido como Illes Balears-Caisse d'Epargne. En el primer final en alto de aquella edición, Courchevel, se escenificó una imagen que dura y perdurará en la memoria del ciclismo. Un sprint a dos entre el campeón saliente, Lance Armstrong, y el naciente, que se impuso majestuoso con los brazos a medio alzar y los dientes completamente al aire, en éxtasis. Un segundo después de la meta, el americano, con su característica mirada de competidor frío e implacable, extendió su brazo izquierdo en busca de la mano del niñato que le había derrotado, con la mirada clavada en el infinito. Era el máximo gesto de pleitesía que un Armstrong podía rendir.

Alejandro Valverde se impone en Courchevel, primer final en alto de su primer Tour de Francia en 2005, sobre Lance Armstrong.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde se impone en Courchevel, primer final en alto de su primer Tour de Francia en 2005, sobre Lance Armstrong. GETTY IMAGES

«Eso fue lo jodido»

Hay una época oscura en la vida deportiva de Valverde. Entre el estallido de la Operación Puerto y el desistimiento de su sanción pasaron cinco años y medio en los que el murciano vivió con una espada de Damocles sobre su casco, entonces ya obligatorio para él, que combinó sus primeros dorsales profesionales con una gorra puesta del revés. Los hitos continuaban rubricándose: dos Liejas, una Flecha, una gran etapa en el Tour de Francia que le reportó los únicos maillots amarillos de su vida, una Vuelta a España ganada sin anotarse una sola etapa ni apenas atacar en sintonía con el patrocinador de aquel último maillot oro de la gran ronda española, Ahorra Energía. Pero también los agravios, con acusaciones veladas de que su nombre había sido encubierto en la investigación policial, con organizadores que le invitaban a no participar en sus pruebas, con una sanción que le impedía competir en territorio italiano y le amenazaba con un castigo a nivel mundial que efectivamente se acabó produciendo.

"Eso fue lo jodido", contaba a toro pasado en una entrevista con El Español. "La época de antes de la sanción, entre 2007 y 2010. Todo el rato me preguntaban por lo mismo. Todo el rato con pejigueras. ¿Podré correr el Mundial? ¿Podré correr el Tour de Francia? Eso fue lo jodido". ¿Fue justa su sanción? "Eso salió ahí y ya está. No sé si fue una sanción más justa o menos justa, pero cumplí mis dos años y ya está. A partir de ahí he pasado mil controles y ganado mil carreras. Antes era bueno y después de la sanción he sido incluso mejor. No creo que haya dudas respecto de mí por parte de nadie".

Podríamos discutir sobre esta época de calvario personal desde el punto de vista deportivo, legal, ético o moral. En el caso de Alejandro Valverde, nos estaríamos complicando la vida innecesariamente. Para comprender lo que supuso esa sanción para el individuo, sólo hay que saber que la bicicleta es su juguete favorito, y la competición un adictivo surtidor de adrenalina. Durante la época de su sanción, circulaban rumores e historias de cómo le habían visto participar en marchas cicloturistas del sur de España, de carretera o de mountain bike, vestido de negro y sin dorsal. Si las autoridades le hubieran pillado 'in fraganti', la sanción hubiera sido extendida. Por suerte, en aquella época las redes sociales todavía eran campo, y el Bala se pudo salir con la suya.

La ballena blanca

Alejandro Valverde regresó a nuestras vidas una madrugada del mes de enero, en la primera carrera en la que pudo participar: el Tour Down Under de 2012, una vuelta australiana que habitualmente se resuelve en una cota llamada Willunga Hill que en aquel momento adquirió el aura de un puerto pirenaico para el murciano, para sus compañeros de Movistar Team y para los aficionados españoles que nos pusimos el despertador a las cinco de la mañana con la esperanza de verle ganar en un 'streaming' pixelado. El jienense Javi Moreno le preparó la llegada y el Bala se lanzó en un sprint a cuchillo con el australiano Simon Gerrans, a quien acabó derrotando. Somos las personas quienes conferimos importancia a los lugares y Valverde, en aquel día de verano austral, convirtió Willunga Hill en el Monte Sinaí. Celebró, por cierto, con el brazo izquierdo en alto. Porque la esencia de las personas no cambia.

Alejandro Valverde derrota a Simon Gerrans en Willunga Hill, final en alto del Tour Down Under.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde derrota a Simon Gerrans en Willunga Hill, final en alto del Tour Down Under. GETTY IMAGES

A Valverde sólo le quedaban dos retos entre ceja y ceja. Uno eran los Mundiales, en los que acumuló seis medallas sin victoria antes de aquel eterno sprint de Innsbruck que nos puso la carne de gallina y le impuso el arcoíris que tanto merecía y tanto emocionó. Otro era el Tour, la ballena blanca.

Con la acumulación de fracasos en los años precedentes y el advenimiento de Team Sky, tanto Valverde como Movistar aceptaron que el cajón más alto del podio de París era inaccesible salvo carambola. Los otros dos, en cambio, sí eran factibles. Iba camino de ellos en 2014 hasta que, en el segundo día de descanso, algo se quebró y con ello sus opciones de ver atardecer sobre los Campos Elíseos mientras sonaba el Himno de Mameli ("Fratelli d'Italia, l'Italia s'è desta") en honor de Vincenzo Nibali. Al año siguiente, sus piernas y la compañía de Nairo Quintana le permitieron rubricar un tercer puesto que todavía a día de hoy le sabe a victoria. Su llanto en la cima del Alpe d'Huez, último final en alto donde amarró el podio, encierra unos sentimientos imposibles de expresar.

Alejandro Valverde, en el podio del Tour de Francia 2015 junto a Chris Froome y Nairo Quintana.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde, en el podio del Tour de Francia 2015 junto a Chris Froome y Nairo Quintana. GETTY IMAGES

Reventar globeros

Si ha habido una característica constante a lo largo de la vida deportiva de Alejandro Valverde ha sido, paradójicamente, la afición a la bicicleta. ¿Cómo se entrenaba el Bala en Murcia? "Reventando globeros", decía, y se reía. ¿Cómo se entrenaba el Bala en Sierra Nevada? "Reventando a quien pillo". Un día se cruzaba con Cadel Evans y lo llevaba a rueda hasta descolgarle. En otra ocasión le tocaba a Robert Gesink. ¿Que estaba por allí Romain Bardet? "Pues dile que le voy a reventar". Para el Bala, Z5 puede ser una casilla del 'Hundir la Flota': sus series de fuerza, los esfuerzos máximos que construyen las victorias, consistían en buscar un rival y reventarlo.

Alejandro Valverde, flanqueado por Lance Armstrong y Jan Ullrich en una salida de la Vuelta a Murcia 2003.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde, flanqueado por Lance Armstrong y Jan Ullrich en una salida de la Vuelta a Murcia 2003. GETTY IMAGES

¿Cuántos kilómetros entrenaba cada día Alejandro Valverde? "Pues depende de si está en temporada o en pretemporada", respondía entre risas un compañero. "En diciembre, 110. Y en junio, pues 130". En esa manera tan particular y tan 'incientífica' de entender la preparación radican las dos características que convierten al Bala en un ciclista de ciclistas, más admirado y mejor comprendido dentro del pelotón que fuera de él. Una, su capacidad de estar en forma todo el año, de ser competitivo en todas las carreras: tan extendida hoy día y sin embargo tan extraña hace una década; la que le permite ostentar innumerables récords históricos. Dos, su longevidad, los veintiún años que ha durado su trayectoria en la élite: tan inalcanzable para el deportista mortal y sin embargo tan natural para quien vive y concibe la actividad agonística como un juego; la que le ha permitido posar con Jan Ullrich y con Tadej Pogacar, que como tantos jóvenes del pelotón sencillamente le venera.

Alejandro Valverde y Tadej Pogacar se saludan en el podio de la Strade Bianche 2022.  GETTY IMAGES
Alejandro Valverde y Tadej Pogacar se saludan en el podio de la Strade Bianche 2022. GETTY IMAGES

Dicen que, tras el atropello (o intento de asesinato) del que fue víctima este verano, una llama se apagó dentro de Alejandro Valverde. A juzgar por su final de temporada, diríase que se ha vuelto a encender y arde tan poderosa como siempre. Tendremos el lujo de contemplarla por última vez en Il Lombardía, el quinto y último Monumento de la temporada, uno que estaba a su alcance tal y como ha demostrado siendo tres veces segundo en ella. Ganar la Clásica de las Hojas Muertas sería un final perfecto para una vida deportiva de película. Pase lo que pase, es seguro que este domingo el Bala echará de menos el ciclismo. Y nosotros… Nosotros sí que le echaremos de menos, a él y a todos los Alejandro Valverde de nuestras vidas.

Vestido con su deseado maillot arcoíris, Alejandro Valverde besa el oro mundialista.  GETTY IMAGES
Vestido con su deseado maillot arcoíris, Alejandro Valverde besa el oro mundialista. GETTY IMAGES