El mito olvidado del balonmano que inventó la rosca... y se fue con sabor agridulce de España
El rumano Maricel Voinea es el creador de un lanzamiento con historia, que hoy sigue más vigente que nunca.

El Mundial de balonmano, en el que ha triunfado Dinamarca por cuarta vez consecutiva, ha dejado detalles extraordinarios. Entre ellos, un golazo del brasileño Guilherme Borges Santista, expivot de Ademar de León. Su rosca en el partido ante Estados Unidos voló a través de las redes y los neófitos del 40 por 20 descubrieron un lanzamiento que ya ha cumplido 45 años. Pero... ¿cómo nació la rosca?
El extremo rumano Maricel Voinea "se quedaba después de los entrenamientos a practicar cosas distintas", introduce Luis Miguel López, uno de los grandes sabios del balonmano mundial y la voz de TVE durante muchos años. "En la antesala de los Juegos de Moscú 1980 [donde Rumanía sería bronce] llevó a cabo, en un encuentro preparatorio ante Suiza, la primera rosca en un partido. Y, por supuesto, sorprendió al portero, que no estaba preparado para ese efecto".
Ese fue el origen exacto de un lanzamiento que "asombraba a los porteros" y que Voinea exhibió en sus actuaciones en los Juegos de Moscú, hasta que se popularizó y otros empezaron a adoptarlo. Existe una leyenda, alimentada por el propio genio rumano, de que "un día vio a un islandés hacerlo antes que él, pero nunca dio su nombre y eso no está comprobado".
Aquel extremo, que nueve años más tarde jugaría de lateral en España en el CB Alzira, es el padre documentado de la criatura. "Era un artista, un jugador al que siempre le gustaba disfrutar en el campo. Él siempre decía que hacía cosas distintas porque el espectador se lo merecía, pagaba por ver un espectáculo. Eso era lo que él quería ofrecer, y uno de esos puntos era la famosa rosca".
En Alcira, entre 1989 y 1992, coincidieron dos leyendas del balonmano rumano: Voinea y el idolatrado Vasile Stinga. Los compatriotas, bronces olímpicos en Moscú y Los Ángeles, llegaron a España en plena madurez, especialmente Stinga (1957), tres años mayor que el inventor de la rosca. Ambos levantaron la Copa del Rey de 1992 ante el Barça y disfrutaron de grandes tardes de balonmano.
Sin embargo, Voinea se llevó una espina clavada de aquellos días en la Comunidad Valenciana que dura hasta hoy, ya lejos de las pistas, en su trabajo en la administración en Alemania, último país en el que jugó y donde echó raíces. "Decía que no estuvo a gusto porque le sacaron de la posición de extremo y lo pusieron de lateral", enfatiza Luismi López. "Él hablaba de irse por la puerta de atrás" por aquel choque de concepto entre el genio que se adornaba con florituras y el pragmatismo que le pedía su entrenador del CB Alzira.
WHAT?! 😵💫 Tremendous spin from Guilherme Borges 🇧🇷#CRODENNOR2025 #inspiredbyhandball @CBHb1 pic.twitter.com/hF3pU6oJ3l
— International Handball Federation (@ihfhandball) January 19, 2025
El legado de Voinea es uno de lo más estéticos para las generaciones que lo sucedieron. La lista de extremos, también laterales y pívots, que utilizan el recurso normal o invertido ("para que sea rosca tiene haber bote", recuerda siempre López) es ya infinito. Entre ellos, algunos nombres merecen especial atención.
En la final del Europeo 2000, en un Suecia-Rusia, el sueco Pierre Thorsson se sacó de la manga el "roscón más increíble que haya visto en mi vida", en la última jugada para forzar la segunda prórroga, que a la postre les daría la victoria. "Era un jugador maravilloso, extremo derecho; a diferencia de Voinea que, como diestro, jugaba de extremo izquierdo", apunta Luismi López.
La nómina de jugadores que han mantenido el culto al lanzamiento fetiche de Voinea es amplia y legendaria: extremos de la talla de Juanín García, Valero Rivera Jr o Aleix Gómez (al que echaron de menos los Hispanos en el pasado Mundial), el alemán Uwe Gensheimer, el francés Bertrand Gille (hermano del seleccionador galo Guillaume); pívots históricos como el sueco Magnus Wislander o más actuales como el citado brasileño Santista.... Los nombres no paran de emanar de la gran memoria de Luismi López, porque "los extremos y los pívots son los grandes artistas de la rosca".
Si bien es cierto, que "los laterales también la usan en penetración como recurso". Ahí es inevitable sacar a relucir a dos genios que participaron en este Mundial, con distinta suerte colectiva: el danés Mathias Gidsel, el bastión ofensivo de la Selección que lleva cuatro entorchados correlativos; y el español Alex Dujshebaev, el mago cántabro que perpetúa un arte que comenzó hace 45 años en Baia Mare, al noroeste de Rumanía.