Bernard King, la leyenda NBA que sobrevivió al alcohol y a las drogas para reinar en Navidad
El neoyorquino sigue teniendo el récord anotador en un partido de Navidad con 60 puntos.

La NBA luce sus mejores galas por Navidad y programa para el 25 de diciembre los mejores partidos posibles en todo su calendario. Una fiesta del baloncesto que se convierte durante unas horas en el único y mayor pasatiempo de Estados Unidos… y de buena parte del planeta.
Ahora como producto globalizado, las gestas de LeBron, Doncic o Antetokounmpo llegan a todos los rincones del mundo. Sin embargo, en 1984 lo que ocurría al otro lado del Atlántico tardaba en tener eco fuera de Estados Unidos. Cosas de la tecnología. Quizás por esas circunstancias el nombre de Bernard King no haya tenido la repercusión que merece uno de los mejores anotadores de la historia de la NBA.
Un alero que hace 38 años se convirtió en el rey de la Navidad con un récord que todavía sigue vigente en los libros de historia de la liga. Ocurrió el 25 de diciembre de 1984. Un choque entre unos Knicks en depresión y los Nets que terminaría encumbrando al jugador de Brooklyn, que cerró el choque con 60 puntos (llevaba 40 al descanso) tras anotar 19 de 30 en tiros de campo y 22 de 26 en tiros libres. Además, capturó siete rebotes y repartió cuatro asistencias.

Numerazos que no impidieron la derrota de los Knickerbockers, pero que sirvieron para crear la leyenda de King. Un 'all star' que convivió durante toda su carrera con las luces que dejaba en la cancha con las sombras que le acompañaban cuando abandonaba el parquet.
Bernard nació a escasos kilómetros del mismo Madison Square Garden que le encumbró aquel 25 de diciembre. Sin embargo, en las calles de Brooklyn las cosas eran muy diferentes a lo que sucedía dentro de La Meca. En esas canchas de asfalto y granito de Fort Hamilton, King encontraba el refugio que no tenía en su propio hogar. El sonido de la red era la paz que necesitaba para escapar de una casa en la que su madre le pegaba y en la que su padre no le acompañó a ninguno de sus partidos escolares.
"En el baloncesto encontré un lugar en el que escapar del dolor que me provocaba ver la cara de mi madre. De ahí viene mi juego, de ganar a ese dolor", recordaba King años después en su autobiografía. Un libro en el que el baloncesto es el hilo conductor de una vida llena de altibajos.
En su etapa universitaria, por ejemplo, descubrió otro punto de fuga para escapar del racismo que sufría en un estado sureño como Tennessee: el alcohol. Un compañero de viaje que iría de su mano durante gran parte de su carrera en la NBA. Igual que la cocaína, con la que tuvo más de un coqueteo y que le valió una detención por posesión.
King empezó su carrera en la NBA en los Nets tras ser seleccionado como número 7 del draft. Sin embargo, los escarceos con el mundo de la noche y ese lado salvaje de la vida al que cantaba Lou Reed cansaron pronto a la franquicia de Nueva Jersey. Tras dos temporadas el alero hacía las maletas para poner rumbo a Utah. En los Jazz, en un entorno totalmente diferente el alero vivió su peor temporada con sólo 9 puntos de media en los 19 partidos que disputó. Además, no consiguió salir de la espiral de las drogas y durante medio año cambió la madera de la cancha por una clínica de desintoxicación.
Cuando parecía todo perdido un nuevo traspaso salvó la carrera de King, que volvía a hacer las maletas para poner rumbo a Oakland y defender la camiseta de los Warriors. En su primera temporada en California, King se hizo con el trofeo al Mejor Regreso del curso tras promediar 21,5 puntos por partido. La vida le volvía a sonreír.
Y más tras volver a Nueva York. A su casa. A su ciudad. Esta vez con el uniforme de los Knicks, que se hacían con sus servicios en 1983 y con los que pronto se convertiría en una de las grandes estrellas de la liga. Condición que terminó de confirmar ese 25 de diciembre en el que obró el mayor milagro de Navidad en la historia de la NBA… antes de que el cuento se tornara en pesadilla apenas un año más tarde.
Una gravísima lesión de rodilla sufrida en 1985 lastró el resto de su carrera. Volvería a tener pequeños destellos como el día que anotó 44 puntos frente a un tal Michael Jordan. O cuando formó un trío inolvidable en los Washington Bullets junto a Jeff y Moses Malone. Pero ya nada volvió a ser igual.