Juan Núñez se hace mayor en una España que también sabe sufrir para ser líder

Yakarta.- España ya mira a la segunda fase del campeonato. Solventado "el partido más decisivo" de esta ronda, como lo calificó Sergio Scariolo, y con Irán como último compromiso de la misma, ahora toca sacar conclusiones para el siguiente nivel. Y una de las primeras debe ser que Juan Núñez está para ser parte protagonista de esta Selección durante muchos años. Al joven talento del baloncesto nacional no le pesa la envergadura de la cita ni el rival, por mucho que se atragante, él ha venido a hacer su baloncesto y su mano fue clave para firmar una victoria que permite a España terminar como líder de grupo a falta de una jornada.

La segunda lectura es la importancia de la intensidad defensiva para este equipo. Lo fue en el Mundial, con Claver como imagen de la misma. Lo fue en el Eurobasket con Alberto Díaz. Y lo está siendo en este inicio de Mundial con Usman Garuba. La intensidad que le mete el jugador de Azuqueca de Henares es contagiosa y hace que sus compañeros se pongan las pilas para mantener una de las señas de identidad de este grupo, como son la dureza y la concentración.

Con un ataque ordenado y una defensa dura es difícil meterle mano a un equipo que todavía tiene cosas que pulir, pero que camina con paso firme hacia la segunda fase donde ya esperan Canadá y Letonia. Dos conjuntos que medirán las posibilidades reales de un Scariolo siempre inconformista y que terminó el choque, cuando ya estaba decidido, corrigiendo de forma vehemente algunas de las acciones de sus jugadores. Porque si alguien ya está pensando en lo que viene, ese es el técnico italiano.

Lo de Juan Núñez es cosa seria. Tiene mucho baloncesto en sus manos, pero sobre todo en su cabeza. El benjamín de #LaFamilia es pura personalidad y no tardó en demostrarlo ante una selección de mayor enjundia como es Brasil. Salió, falló su primer triple y en la jugada siguiente se paró en una transición y anotó lo que antes había errado. Hay que tener un par. No sólo eso. El madrileño empieza a acoplarse a los sistemas defensivos y aporta a ambos lados de la cancha, saltando cuando es necesario a las ayudas, cargando el rebote y tirando de físico cuando es necesario. El niño se hace mayor.

Va de bases la cosa. Nos había engañado Alberto Díaz y parecía que su único cometido en la cancha era defender. El pelirrojo más famoso de España sigue cumpliendo con esa labor a las mil maravillas -igual que lo de forzar faltas en ataque- pero ahora también ha demostrado que es fiable cuando tiene que lanzar. Lo hizo además en un momento en el que España necesitaba puntos para abrir hueco en el marcador en el segundo cuarto. Y ahí apareció el malagueño para hacer de lo que menos presume: tres de tres desde el triple y a otra cosa.

"Sergio, ¿cuándo vas a dejar de volvernos locos?". El mensaje vale para mí y para todos los entrenadores que se enfrentan con el italiano, que sigue siendo una caja de sorpresas. Primero con el quinteto. Con respecto al primer encuentro recurrió a la veteranía de Llull y Claver para intentar no perder los nervios ante un rival con más empaque que Costa de Marfil. Lo logró a medias. Y luego, cuando las cosas empezaban a complicarse, mandó a Garuba y a Díaz a 'atrapar' a Marcelinho con ayudas a campo abierto que cortocircuitaron al comandante brasileño y su ataque.

España tiene ahora 48 horas para descansar y preparar el partido ante Irán. Y también para tomarse un tiempo y practicar desde la línea de tiros libres. En el primer partido el porcentaje desde el 4,60 fue del 68% y en este segundo encuentro la cosa no mejoró con un 20 de 28. Otro capítulo también son los rebotes defensivos. España sabía de la capacidad de Caboclo y compañía para cargar el rebote en el aro rival y no supieron frenar las acometidas de la verdeamarela, que terminó teniendo hasta 12 segundas oportunidades.

Ya que FIBA y Euroliga están intentando limar asperezas por el bien del baloncesto, igual podían sentarse para hablar de los arbitrajes de las competiciones de selecciones. No puede ser que se juegue un partido con los mejores jugadores del mundo y se cambien decisiones en el último momento, no mantengan el criterio en según qué jugadas, que amenacen con técnicas a diestro y siniestro o que terminen pitándolas como la que le cayó a Garuba por colgarse. Un Mundial necesita otro nivel.