BALONCESTO

Sergio Llull, el sangre fría que es igual fuera de la cancha: "Siempre ha sido un inconsciente"

El balear se ha convertido en el jugador con más partidos en la historia del Real Madrid. Un jugador "especial" que cuando debutó hace 17 años ya tenía esa tranquilidad para jugarse la bola caliente.

La evolución de Sergio Llull entre su debut con Manresa y su reinado con el Real Madrid. /GETTY Y FEB | EDICIÓN: LAURA ROMÁN
La evolución de Sergio Llull entre su debut con Manresa y su reinado con el Real Madrid. GETTY Y FEB | EDICIÓN: LAURA ROMÁN
Noelia Gómez Mira

Noelia Gómez Mira

Toda historia tiene un principio y un final. En esta, por suerte para todos los amantes del mundo del baloncesto (y del Real Madrid, claro), lo segundo aún está por escribirse. Y aún queda para ello. Porque si algo ha dejado claro Sergio Llull (Mahón, 1987) es que la edad sólo es un número y no tiene límite como jugador del Real Madrid, como ha demostrado al convertirse en el jugador con más partidos con la elástica blanca, superando la marca de Felipe Reyes. 

El balear colecciona récords como mandarinas y canastas ganadoras como si no costase. La bola caliente siempre acaba en sus manos y ayer, ante el Bayern y para celebrar sus 1.047 partidos de blanco, volvió a tirar de calidad para meterla desde cualquier lado. Algo que lleva haciendo desde hace 17 años.

Porque ese rookie que en enero de 2006 debutó en la ACB con Manresa ya había dejado claro que lo suyo era esto de la pelota naranja. Aunque su fruta favorita siga siendo la mandarina, como patentó ya vestido de blanco. Eso sí, hay que remontarse mucho antes para encontrar el inicio de un jugador "inconsciente" (en el buen sentido, claro), como lo definió el exjugador y actualmente embajador del Unicaja, Carlos Cabezas, por su temple a la hora de jugársela.

Cuando de niño iba a ver a su padre jugar con La Salle Maó, donde su abuelo también era entrenador, ese pequeño Sergi -entonces sin la o final- ya trataba de buscar un aro al que aún no llegaba durante los descansos en la cancha en la que, años después, acabaría empezando a jugar. Aunque lo cierto es que su punto de inflexión no llegó en aquella pista, pero sí con aquella camiseta.

Él tenía 15 años y visitaba, junto a los suyos, al CB Jovent Alaior, el segundo de la clasificación. Los suyos estaban plagados de bajas y entonces… El increíble Llull. 71 puntos y 19 asistencias fueron clave para que ganaran 105-117. Aquello fue su carta de presentación al otro lado del Mediterráneo. Porque fue el desencadenante que hizo que fuese preseleccionado con la Selección cadete y que de ahí, Manresa se fijase en él y lo fichara en el año 2003, club con el que sólo dos años después se presentó oficialmente a la élite del baloncesto nacional.

Aquella liga 2005-2006 el Ricoh Manresa -como se denominaba el primer equipo de lo que hoy es el Basquet Manresa- tuvo un año complicado. Era su cuarta temporada en la élite, tras unos años vagando por la segunda categoría nacional, y el objetivo era la salvación. Cinco meses antes de que se conociera el final de aquella historia -spoiler: no fue feliz- se comenzó a escribir otra que, a día de hoy, no para de agrandarse.

El 8 de enero de 2006, en la jornada 15 ante el Lagun Aro Bilbao Basket, un Sergi Llull de entonces sólo 18 años -aún júnior-, que desde hacía dos temporadas ya vestía la camiseta manresana en las categorías inferiores, disfrutó de sus primeros minutos en la ACB. Siete, para ser exactos. Pero fueron más que suficientes para dejar claro de lo que era capaz. "Desde el primer momento que empezó a entrenar con el primer equipo, ya se le notaba que tenía algo especial", explicó a Relevo otro de los que por entonces ya formaba parte de la primera plantilla de Manresa, el ya exjugador de baloncesto Guille Rubio. Y el balear no dudó en demostrarlo en aquella primera oportunidad que tuvo sobre el parqué.

En un rebote cazado por los suyos lo vio claro: tocaba correr. Y lo hizo. Su galopada hacia la otra canasta lo habilitaba para buscar el aro. Estaba sólo. Y sólo le faltaba una cosa: la bola. Y se la pasaron. Así llegaron los primeros dos puntos de una carrera que ya sabe, en muchas ocasiones, lo que es tocar la cima.

Aquel rookie del 2006 no dista mucho del veterano de hoy. Al menos, así lo reconocen quienes compartieron pista con él entonces y lo han seguido viendo jugar... O sufriéndole como rival, claro. "Era capaz de asumir tiros, de querer el balón, de buscar esa situación límite y resolverla positivamente. En definitiva, tenía la personalidad y el deseo de jugarse esos últimos balones", explicó Guille Rubio.

Y, aparte de la personalidad y la calidad, tenía también "un físico espectacular que le permitía jugar siempre al máximo", según su excompañero. Algo en lo que coincide con Carlos Cabezas, que compartió aelección con el base-escolta: "Su físico y su forma de jugar y entender el baloncesto siempre ha hecho que sea un tipo elegido para muchas cosas".

Aquella temporada Sergi Llull acabó jugando once partidos. Y en todos dejó estampada lo que vino a ser otra carta de presentación que, con lo que continuó haciendo al año siguiente en LEB, le valió para recibir la oferta al que fue su Hogwarts particular. Donde terminó por aprender a usar toda la magia que a día de hoy sigue usando: el Real Madrid de baloncesto. Y a sus compañeros no les vino de grande.

"Estaba clarísimo que más tarde o más temprano iba a ser un jugador determinante", confesó Rubio y como bien confirmó el pívot catalán que hace unos años cambió el baloncesto profesional por el uniforme de policía: "Así ha sido desde entonces". Por eso, no tardó tampoco en debutar con la Selección (lo hizo en agosto de 2009). Aunque, eso sí, no todo fue un camino de rosas… Basta con acordarse de aquella bola que Sergio Scariolo decidió darle en el Eurobasket de 2009 y que finalmente no entró.

"Si se la juega el chico… Pasan estas cosas", fueron las palabras entonces de Marc Gasol, que luego acabó matizando el propio jugador para explicar que no se refería a otra cosa que no fuera esa falta que no se le pitó a favor a aquel joven Llull y que, quizá, a otro veterano sí que se la hubieran dado.

"Ya se le veía que no le importaba nada y tenía esa sangre fría para tirar esas bolas"

Carlos Cabezas Exjugador de la Selección

Aun así, el primer campeonato oficial de Sergi Llull con la camiseta nacional acabó en lo más alto. "Fuimos campeones de Europa juntos en 2009", recuerda Cabezas, quien entonces era uno de los bases de la Selección y recuerda, perfectamente, cómo era ya entonces aquel joven "inconsciente" (en el buen sentido) que, aunque ahora ya sea Sergio, para él siempre seguirá siendo "Sergi".

"En esa Selección, Sergi era todavía muy principiante y teníamos ya a gente más experimentada como Garbajosa, Pau Gasol…, pero a él no le importaba si se la tenía que jugar. Aunque es cierto que luego ha ganado madurez con el tiempo, ya se le veía que no le importaba nada y que tenía esa sangre fría para tirar esas bolas", cuenta Cabezas.

Por eso, su definición de Llull es "una persona especial" y un "inconsciente": "Creo que él es una persona que al tomar esos tiros es gente especial. Incluso en el partido de Euroliga que él llevaba cero puntos y mete la que tiene que meter. Por eso diría que es y siempre ha sido un inconsciente por la forma que tiene de ser tanto dentro como fuera de la pista".

"Siempre ha sido un inconsciente por la forma que tiene de ser tanto dentro como fuera de la pista"

Carlos Cabezas Exjugador de la Selección

Los bailes de Sergio Llull sobre el parqué, sus apariciones cada vez que su equipo (o la Selección) más lo necesita son claves. Según los que lo conocen es su forma de ser tanto dentro como fuera del parqué. Y nunca ha defraudado. Porque para fallar, hay que asumir la responsabilidad. Aunque en esto, Llull es de los que fallan poco. Y ni aquella grave lesión de rodilla en 2017, ya superada, lo pudo cambiar. Lo del balear, a sus 35 años, sigue siendo increíble. Pero lo más importante de todo es que "lo increíble que es dentro de la pista, también lo es fuera", como dice Guille Rubio. Y en eso coincide con Cabezas.

"Es un tipo extraordinario, simpático, extrovertido y a la vez capaz de hacer esa toma de decisiones en los últimos segundos y, como ya los llama todo el mundo, meter esos mandarinazos que él hace para meter canastas imposibles", explicó el ex de Unicaja. Y si algo está claro es que la frutería de Llull sigue abierta y va camino de la mayoría de edad.