LIGA ENDESA

Lázaro, el trompetista sin casa que encontró cobijo en la Penya

Los aficionados le están ayudando para que encuentre techo y lo invitan a los partidos en el Olímpic.

Lázaro con su trompeta durante un partido en el Olímpic./POL VALLE
Lázaro con su trompeta durante un partido en el Olímpic. POL VALLE
Jordi Cardero

Jordi Cardero

Está a punto de terminar la temporada 2018/19 para la Penya y un personaje inesperado se presenta en los aledaños del Olímpic. Nadie lo ha visto antes. Es Lázaro, aunque en aquel entonces nadie sabía aún su nombre. Trompeta en mano, anima a todos los verd-i-negres sedientos de baloncesto. Un chico de la cantera, encandilado como tantos de la música de Lázaro, logra una entrada para él. Consiguió meterla trompeta a escondidas. Unos meses más tarde llegará la pandemia y nadie volverá a saber nada de Lázaro. Se convertirá en un bonito recuerdo.

En febrero, Badalona acogió la Copa del Rey. Desde las cuentas tuiteras de la Penya intentaron caldear el ambiente y alguien se acordó de aquel trompetista que un día incendió el pabellón. Se puso en marcha el plan: había que encontrarle. Cuando lo lograron, le invitaron al partido contra UCAM Murcia. A Sergio, impulsor de la idea e integrante de la Biblia Verdinegra en redes, le llegó un mensaje que le impactó. Alguien había visto al trompetista. Resultó ser un hombre atado a un carro en el que guardaba sus pertenencias y dormía en la calle, cerca de la zona del puerto de Barcelona.

Tras callejear por la zona durante varios días, Sergio terminó dando con Lázaro, un hombre cubano que emigró a España hace ya veinte años. Le mostró los vídeos de aquella tarde de 2019. Lázaro sonrió, se acordaba perfectamente de ese día. Sergio le ofreció ir a la Copa. Le dio algo de dinero y una tarjeta de metro. Y Lázaro regresó al lugar que le elevó a mito.

Es viernes por la tarde y Barcelona implosiona. Un sol veraniego baña el Passeig de Colom, lleno de coches que salen de trabajar, otros tantos que escapan a sus segundas residencias y turistas que buscan la playa. A todo el mundo le empuja la prisa. Lázaro, en cambio, está sentado en una terraza acompañado de una pizza y una Coca-Cola. Como si viviese burlándose del reloj, se levanta, toma el carro y comienza a andar tranquilamente.

"Fui un día, les gusté y me ficharon"

Habla con la misma calma que emana. "Fui un día, les gusté y me ficharon", comenta mientras recuerda entre risas su primera vez en el Olímpic. Se toma todo el tiempo del mundo para contar sus anécdotas. Se detiene, cambia de brazo para tirar de un carro abarrotado hasta arriba. La gente le regatea por una acera estrecha, pero Lázaro se mantiene impasible ante la aparente urgencia de quienes le adelantan.

Tiene las manos llenas de callos, agrietadas, resultado de dos décadas viviendo en las calles de Barcelona. Las mismas manos que desde joven, en Cuba, le llevaron a practicar la lucha grecorromana. Más tarde descubriría su pasión por el baloncesto. Mientras recorre el paseo, unos obreros le saludan. "¿Otra vez por aquí?", le preguntan. Él responde con una sonrisa. Vive a los pies de un hotel de lujo y durante el día pasea cerca del puerto deportivo de la ciudad, donde amarran yates de grandes magnates y donde durante mucho tiempo estuvo el de Abramovich, expropietario del Chelsea.

La afición, con Lázaro

Hace varios días que los seguidores de la Penya le ayudan. Han salido varias iniciativas para echarle una mano y encontrarle trabajo. Una de ellas fue el sorteo de una sudadera, una pieza de coleccionista de los 90 de @ElPenyArmari. Para poder participar había de colaborar con un euro. Recaudaron unos 400€ que le irán entregando semanalmente y le conseguirán entradas para todos los partidos de la temporada. Por otro lado, unos días atrás, la revista Sobre La Bocina decidió entregarle parte de sus beneficios de su último número.

Los jugadores del Joventut, de forma anónima porque no querían acaparar el foco mediático y gracias a la iniciativa de Guillem Vives, le hicieron llegar una camiseta del equipo. Lázaro no lleva ni la camiseta ni la trompeta en el carro. Opta por taponar la pregunta y responde que lo tiene escondido en alguna parte. Guarda con cariño las fotos que le hicieron la última vez que visitó el Olímpic y que Sergio le imprimió. Ante las dificultades de cruzar media Barcelona y llegar hasta el pabellón y la prohibición de viajar con el carro en metro y tranvía, ya se han encontrado voluntarios que le acompañen en furgoneta al partido de este martes de Eurocup y del próximo fin de semana contra el Fuenlabrada.

Lázaro recuerda cómo se inició en la lucha. Cuenta que en Cuba llegó a ganar varias medallas, especialmente una plata a nivel estatal. Además, relata que alguna vez la ha practicado en el barrio de La Mina, en Barcelona. El baloncesto también asoma en sus anécdotas. Explica que una vez participó en un concurso de triples en la zona de la playa. Se apuntaron chicos que jugaban en equipos de la zona y vestían con camisetas de diferentes clubes. Según cuenta, se presentó con sus tejanos y se llevó el concurso.

Sus anécdotas tienen tintes de relatos fantásticos. Pero qué más da. "Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias, siguen viviendo cuando él ya no está, y de este modo, el hombre se hace inmortal", se dice en la película Big Fish.

La historia de Lázaro es una de aquellas que te reconcilia con el deporte, de las que vienen a contar que los partidos siempre empiezan y terminan fuera de las canchas. "El objetivo es que esto no acabe aquí", explica Sergio. Lázaro y su trompeta volverán al Olímpic este martes para animar a la Penya. "Si logramos que sonría un poquito más, nos daremos por satisfechos", cierra Sergio.