Quien esperaba a un Sinner falto de forma no entiende nada de lo que es dar positivo por dopaje

Uno quiere pensar que, cuando una gran estrella da positivo por dopaje, en realidad no es consciente de lo que le están dando o considera que, como lo está tomando todo el mundo, no es más que un chivo expiatorio. Eso pasaba mucho en el ciclismo de los noventa y los dos mil, no tanto porque no supieran lo que estaban haciendo, sino porque lo consideraban algo tan común entre sus competidores que no entendían que estuvieran haciendo trampas en sentido estricto.
Jannik Sinner, al menos en sus declaraciones públicas, encaja en el grupo de campeones que se considera injustamente tratado. Teniendo en cuenta las sanciones que han recibido otros deportistas por esa misma sustancia, no sé cómo se le podría haber tratado mejor, pero bueno. Todo gran deportista tiene un gran ego y un punto paranoico: contra todo y contra todos, ya saben, excepto quizá contra el masajista que estuvo supuestamente detrás de su positivo y al que no despidió, curiosamente, hasta que la cosa llegó a los periódicos.
En cualquier caso, a lo que iba es a la sorpresa que en algunos está causando el hecho de que Sinner haya retomado prácticamente donde lo dejó, es decir, arrasando. El italiano es un hombre de récords: puede salir de Roma con veinticuatro victorias consecutivas y con veintiséis sets sin perder contra jugadores en el top 10, sólo por detrás de John McEnroe, absolutamente intratable en su mágico 1984. Muchos se preguntan cómo es posible después de tantos meses alejado de las pistas y sin ritmo competitivo, pero cualquiera que sepa de dopaje entiende perfectamente lo que está pasando.
Los ejemplos de Contador y Valverde
De entrada, hay que recordar que una sanción por dopaje te impide competir, pero no entrenar ni seguir en forma. No es como un parón por molestias físicas, que te deja completamente a desmano. Aparte, el circuito masculino ahora mismo da para lo que da. El hecho de que el propio Sinner no solo siga siendo número uno del mundo, sino que sea el cuatro de la Race (la clasificación de lo que va de año) habiendo jugado solo un torneo lo dice todo.
La irregularidad de Alcaraz o Rune, junto a la incomprensible bajada de nivel de Djokovic y el desplome mental de Zverev tras perder la final de Australia, hacen que el italiano tenga más margen. Otra cosa es que tenga sentido lo de perder solo un juego contra Casper Ruud, reciente ganador de Madrid y dos veces finalista de Roland Garros, pero, en fin, ya digo, el nivel medio es más bien pobre y el nivel alto, siendo generosos, es medio. Sinner, a veces, parece un hombre jugando pachangas con niños pequeños.
Con todo, lo más importante no es eso. Lo más importante es la necesidad de reivindicación. Cuando uno da positivo por dopaje se queda para siempre con la etiqueta de tramposo. Por eso, es tan importante, al regresar, demostrar que eres tan bueno como antes o incluso mejor. El jugador siente que está callando bocas y que de alguna manera salva su carrera anterior al escándalo con un golpe en la mesa que demuestre que puede ganar lo mismo con esteroides en el cuerpo que, presuntamente, sin ellos.
Es algo que también hemos visto en el ciclismo, en figuras como Alejandro Valverde, por ejemplo, que estuvo intratable después de su sanción por la Operación Puerto. Algo similar vimos también con Alberto Contador tras su episodio con la nandrolona en el Tour de Francia de 2010. ¿Qué pasaría si, después de ser pillados y cumplir sanción volvieran a un nivel notablemente inferior? Pues que todo el mundo diría lo mismo: "Si no se dopa, no es nadie".
A por lo que solo Djokovic ha conseguido en casi 50 años
Y en eso está precisamente Jannik Sinner, en dejar bien claro que nada ha cambiado y que, si era el mejor antes, era porque lo merecía. De hecho, da la sensación, especialmente al ver determinados documentales, de que ahora mismo es el único que se toma esto en serio. Y así, si las cosas le van bien, puede conquistar su última cima, que no se llama sino Carlos Alcaraz, el hombre que le ganó en Roland Garros el año pasado y que repitió victoria en Pekín y en Indian Wells, tres de las únicas seis derrotas que sufrió el italiano en todo 2024.
Ganarle a Carlos en la final de Roma y volver a ganarle en Roland Garros supondría eliminar cualquier debate en tiempo real. Otra cosa sería el futuro, pero el estacazo sería importante: no hay ningún motivo para pensar que la hierba se le tenga que dar mal al número uno del mundo, así que un doblete Roland Garros-Wimbledon le permitiría ser el campeón de los cuatro grandes a un mismo tiempo, algo que solo han conseguido, en el circuito masculino, Rod Laver, Don Badge y Novak Djokovic.
Esa sería una buena manera de conseguir que nadie se acuerde de masajistas imprudentes ni de cremas prohibidas. Que dejen de hacer preguntas, vaya. Y que lo mismo que, sorprendentemente, fue apartado de la lista del premio Laureus del año pasado, se convierta en el máximo favorito para este. Y así, poco a poco, recuperar legitimidad de la única manera que puede: ganando y ganando. A partir de ya empezaremos a salir de dudas.