La amenaza para el baloncesto europeo es una competición 'amateur' en la que sus jugadores cobran casi el doble que las estrellas de Euroliga
La competición universitaria sigue tentando a las estrellas emergentes con un dinero con el que en Europa no pueden competir.

El goteo es constante. Casi a diario las redes y las noticias de diferentes insiders adelantan la marcha de las jóvenes promesas del baloncesto continental a la NCAA. La competición universitaria, que antes apenas ofrecía refugio a aquellos jugadores que buscaban la oportunidad de seguir estudiando, hoy baña en millones a miles de estudiantes, convirtiéndose en la mayor amenaza del baloncesto en el Viejo Continente.
Y es que las reglas del juego han cambiado completamente. Nombres como Ismaila Diagne, Jalkucionis o Egor Denim la pasada temporada o Fabián Flores o Sidi Gueye en este final de curso han decidido hacer las maletas para formarse tanto dentro como fuera de la cancha en un baloncesto que ha dejado atrás cualquier aroma a amateurismo. Y todo por culpa de tres palabras que han transformado por completo el tablero del baloncesto actual: Name, Image and Likeness. Es decir, nombre, imagen y semejanza.
Durante mucho tiempo, los deportistas universitarios eran considerados no profesionales. Por ese motivo no podían tener ingresos económicos al margen de la formación deportiva y académica que recibían. Sin embargo, en los últimos años la aparición de un equipo para desarrollar a jóvenes talentos en la G League, provocó la reacción de la NCAA que decidió escuchar la petición de los deportistas. Una vieja demanda en la que solicitaban parte del pastel de ingresos que ellos mismos generaban.
Primero fue con los derechos NIL arriba mencionados. Y luego con la aprobación por parte de la NCAA del reparto de 20 millones anuales entre las universidades de las cinco grandes conferencias del país. Es decir, una bolsa casi infinita (los derechos NIL los pagan las marcas por lo que pueden generar los deportistas) con la que romper el mercado del baloncesto actual.
Sólo hay que ver el ejemplo de lo que va a suceder la próxima temporada. AJ Dybantsa, el jugador número 1 de instituto de Estados Unidos esta temporada, se ha comprometido con Brigham Young Univesity para la próxima temporada por unos honorarios que rondan los 7 millones de dólares en derechos de imagen. La cantidad más alta de la historia para jugar con el madridista Denim y que hará que Dybantsa cobre 1,5 veces más que lo que se va a embolsar Kendrick Nunn el curso que viene como el jugador mejor pagado de la Euroliga.
Unas cifras que han hecho que el baloncesto europeo no encuentre forma de combatir esta nueva amenaza y vea como, temporada a temporada, los jugadores hacen las maletas sin encontrar dique para frenar la fuga. "Jugadores con un talento extraordinario ya han sido drafteados y juegan en la NBA a esa edad. Una segunda categoría viaja a EEUU por los contratos NIL (contratos de la NCAA para jugadores en los que se ha legalizado pagar a cambio de la explotación de derechos comerciales), que rondan entre uno y dos millones para jugadores que no tienen aún la calidad para jugar en la Euroliga. La diferencia con quienes sí la tienen es tan grande que creo que nunca llegarán a la Euroliga. Un fair play financiero no aportará absolutamente nada a los clubes, porque nadie podrá aprovecharlo", aseguraba hace un mes en Mozzart Misko Raznatovic, el agente más importante del baloncesto europeo, sobre las nuevas reglas de un juego que ha pillado con el pie cambiado a muchos de sus actores.
Un nuevo panorama ante el que también tienen que reaccionar las federaciones nacionales, como apuntaba Elisa Aguilar, presidenta de la FEB, el pasado mes de junio en Valencia: "Como FEB quieres que los jugadores jueguen lo máximo. Pero el entrenador decide, y a veces eso cambia. En nuestras competiciones potenciamos al nacional, y ahora hablamos con la ACB para poder aportar otros conceptos. No podemos decirle a nadie que no se quiera desarrollar personal y profesionalmente en los Estados Unidos. Las reglas cambian y estaremos cerca para que el jugador crezca y pueda ir a la Selección".
Lo mismo ocurre con las ligas nacionales como la ACB, que buscan una forma de luchar contra esta fuga de talentos. "Me siento muy orgulloso de que en España haya tanto jugador que resulte atractivo para el mercado americano, pero las organizaciones con un ámbito de acción internacional o más global deberían sentarse con la actitud necesaria para llegar a acuerdos que tengan sentido. No quiero decir que a los jugadores se les deba exigir que manejen su carrera profesional de una manera o de otra, pero lo que sí estoy exigiendo es que el señor que ha invertido muchísimo dinero en sacar a un jugador tenga una recompensa distinta de lo que hasta ahora tiene", recalcaba Antonio Martín, presidente de la ACB en junio de 2024 ante una problemática que golpea casi a diario al baloncesto europeo.