EL VESTUARIO

Amaya Valdemoro recuerda el día en que el vaso rebosó y tocó fondo: "Estuve 12 días sin levantarme de un sofá"

La mejor jugadora de baloncesto española de la historia charla en 'El Vestuario' sobre la mochila que ha acumulado dentro y fuera de la cancha.

Amaya Valdemoro charla junto a Quique Peinado en El Vestuario de Relevo/El Vestuario
Amaya Valdemoro charla junto a Quique Peinado en El Vestuario de Relevo El Vestuario
Guillermo García

Guillermo García

La vida de Amaya Valdemoro da para escribir más de un libro. Si su sabiduría ya se adivina cuando comenta el basket en Movistar Plus +, la sensación se multiplica cuando habla en confianza con alguien al que conoce desde hace muchos años. Es el caso de Quique Peinado, con el que se ha juntado en el estreno en Youtube de la tercera temporada de 'El Vestuario' de Relevo (ahora también disponible en Spotify) para repasar toda una vida y obra llena de obstáculos. Y es que si Amaya triunfó en la WNBA, levantó los cimientos de la Selección y logró ser la mejor jugadora de baloncesto española de la historia no fue por obra y gracia del destino ni de los regalos. La realidad es que Amaya no paró ni un segundo en un mundo en el que ella estaba más preparada que todo lo que la rodeaba y ello tuvo unas consecuencias que, a la larga, se pagaron. Solo hace falta leer su relato para entender cómo empezó todo y por lo que ha podido pasar.

Oye, tú empiezas profesional con 15 años prácticamente hasta que te retiras 20 años después. Tú, cuando has visto por ejemplo a Ricky Rubio, al que una de las cosas que se achaca de que llegara a petar mentalmente es entre otras cosas que empezó muy pronto de profesional y que son muchos años… para ti, las carreras tan largas empezando desde tan pronto, ¿son deseables? Me refiero a los profesionales.

Yo no creo que sea por eso por lo que el peta. Yo peté hace tres años, Quique. Yo creo que es la exigencia de cada uno y la presión que nos ponemos. También el mundo en que vivimos que es totalmente diferente al que bebe una persona que no hace deporte y yo creo que el deporte y el entrenador te ponen en lugares en los que hay gente que no tiene esa posibilidad. Yo me fui de casa con 14 años y le doy las gracias a mis padres por la confianza que tuvieron. No había ni videollamadas, o sea, nada, y cuando tenemos esa edad no lo piensas y todo viene después, todos los sacrificios que haces… todas las cosas que hemos dejado a un lado… Yo insisto en que para todos los deportistas hay momentos en los que vamos abajo, hay algunos que lo dicen y otros que no.

Esto te iba a decir, ¿tú crees que tú has estado cerca del sitio en el que ha podido estar Ricky Rubio pero no tenías la posibilidad de levantar la mano?

Yo he entrenado llorando, estuve hace tres años donde ha estado Ricky, me tuve que ir a vivir con mi padre 12 días sin levantarme de un sofá.

¿Para ti comentar baloncesto ha sido más duro que jugarlo?

Lo de hace tres años, esto que me pasó, era un cúmulo que fui llenando en la mochila y que llevaba de cuando jugaba y no entendía ciertas cosas, yo no lo achaco por lo de comentar. Nos hacen creer que somos tan superheroínas pero vas llenando, vas llenando y al momento que dices hasta aquí.

¿Eso que has tenido tú es el famoso burnout?

No lo sé, pero yo sé que estaba hecha una mierda.

¿Y paraste?

No, yo no. Yo iba a trabajar y yo estaba en Movistar maquillándome y yo lloraba, lloraba, lloraba, lloraba, pero yo seguía porque es lo que me ha enseñado mi modo de vida. O sea, yo estoy operada de los dos pies post retirada y me preguntaban: "¿Por qué no te pides la baja?" Y yo iba a narrar y decía: "¿Pero por qué me voy a pedir la baja si puedo narrar? Aunque esté con una bota de esas". No, no paré, no paré.

¿Y deberías de haber parado?

Puede, puede. Pero bueno, tengo la suerte que como ya venía muy trabajada de temas de psicología, pues lo que hice es retomar el tratamiento y rodearme de la gente que me quiere. Movistar se ha portado increíble conmigo, pero yo peto. ¿Cómo no me voy a petar? He sido una obsesiva de libro.

Pero tú hablas todo el rato como de ti, en plan: «Es que yo soy, es que yo soy, es que yo como he sido, es que yo como he sido».

Porque para llegar donde he llegado yo y otras muchas, tienes que ser así.

¿Y merece la pena eso?

Bueno, yo no soy madre, ¿vale? Pero yo siempre fantaseé con tener un hijo y que fuese deportista. Ahora ya no sé si querría. La satisfacción es muy grande, pero es tan duro…

Para la gente que no te ha visto jugar… Como jugadora eras una de las deportistas que yo he visto en mi vida que no sé si se podía controlar; eras profundamente emocional y se podía ver más o menos lo que te estaba pasando

Yo creo que una de las cosas que tenía como jugadora es que no he ocultado mis emociones, he sido muy expresiva. Había gente a la que le encantaba y otra gente que no me aguantaba, ¿eh? Porque no podían comprender ese torrente de aspavientos, de emociones… La gente que ha tenido un momento para sentarse a hablar conmigo se ha quedado sorprendida de lo diferente que era jugando. Es que me encantaba jugar, Kike, y yo lo he pasado muy mal por ese carácter que he tenido de no callarme nada, de decir las cosas, de hablar de tú a tú y de expresar todo lo que sentía. A veces con la madurez vas aprendiendo. Yo he llorado mucho y he aprendido mucho.

"A mis 24 ni Peter iba al psicólogo, se enteraron en el club y no me querían renovar"

Es que creo que en vuestra época tampoco os quedaba otra para competir, pero yo te recuerdo muchísimas camino al banquillo o incluso dentro del propio juego al borde de las lágrimas. Yo te he visto jugando y pensaba: «Es que se va a poner a llorar o necesita gritar para sacarlo todo»

Sí, sentía muchísimo. También es verdad, Quique, que a mí me tocó vivir una generación preciosa en las que nos metían unas palizas en cuartos de final y luego poco a poco íbamos ascendiendo. Yo fui, digamos, que la primera junto con Blanca Ares (otra de las mujeres pioneras del baloncesto español), aunque no le tocó vivir el recorrido tan bonito que me ha tocado a mí. Todo estaba focalizado en mí, entonces tenía un peso encima de los hombros importante. Sentía muchísimo las victorias bien, pero las derrotas… "Amaya jugó mal". Eso, al final, en una persona tan pasional que vivía tanto el deporte en general… Es que si perdía a las chapas también se me veía la cara descompuesta. También tengo que decir que a los 24 afortunadamente tenía una capacidad de reconocer el error y empecé a trabajar con un psicólogo que me ayudó muchísimo. Y a mis 24, hay que decir que ni Peter iba al psicólogo, se enteraron en el club y no me querían renovar.

Uf, a ver, cuéntame eso. O sea, con 24 años, ¿quién te dice que vayas al psicólogo?

Yo misma, porque veía que para estar tanto tiempo en la élite el deportista tiene que tener una capacidad de reconocimiento del error tremendo, que es de la manera en la que tú mejoras, ¿no? Yo tenía una cosa buenísima: en cuanto salía del partido, yo sabía lo que había hecho mal. Eso no me dejaba dormir y una de las cosas por las que yo voy al psicólogo es porque no controlaba todas estas pasiones y estas emociones y yo me iba, me iba con alguien del público, me iba con el árbitro, me iba conmigo misma y entonces fui a un psicólogo, pero en el club se enteraron y pensaban que tenía problemas.

Vamos a hablar de esto, ¿qué club era?

Valencia.

¿Y se piensan que estás loca o qué?

No que estoy loca pero llaman a mi agente porque dicen que si tengo algún tipo de problema entonces tengo que dar muchas explicaciones, porque antiguamente tú en un club puedes tener tu preparador físico, tu fisio, pero antes no. Yo he hecho muchas cosas a escondidas, porque venimos del deporte femenino de la prehistoria, entonces todo lo que teníamos alrededor del club era gente por vocación, gente que intentaba llegar a ser bueno. Tú en un equipo te podías encontrar a la mejor jugadora del mundo, pero nunca te ibas a encontrar al mejor entrenador. Con eso no digo que no tuviésemos entrenadores buenísimos, pero era como un trampolín para el masculino. Entonces, si se enteraban que yo me estaba pagando un fisio para mejorar, o que yo por cuenta propia no había informado de ir a un psicólogo, te podían incluso llegar a multar.

¿Y tus compañeras?

Bien, con mis compañeras muy bien. Lo bueno que tiene el deporte de equipo es que hay una comunión tremenda. Las compañeras, siempre que que estés haciendo cosas y que estés sumando… pero sí es verdad que dentro de la directiva generaba cierta inquietud.

Claro porque la directiva a lo mejor se formaba con gente que no era ni del deporte. Un empresario, por ejemplo.

Que lo hacían con su mejor intención. Yo creo que ha avanzado muchísimo la sociedad y el deporte.

Pero una cosa es tener buena intención y otra cosa es no quererte renovar. La buena intención es preocuparse y otra cosa es decir: «No vamos a renovar»

No es tan así, pero mi agente tuvo que dar muchísimas explicaciones.

Oye, y tú cuando vas al psicólogo, ¿a ti te dicen, «pero no lo cuentes»?

Es que en aquella época el único que hablaba de psicólogos creo que era el entrenador de fútbol...

Benito Floro

Sí, que estaba en el Albacete y luego lo ficharon para el Real Madrid en aquella época. En mi caso es lo mejor que he hecho porque ahí pensé: "Esto es buenísimo y voy a empezar a hurgar en todas las taras que cada uno tiene".

Entonces te sirvió para tu vida en general. Empezaste haciendo respiraciones y acabaste haciendo lo que hemos hecho todos en el psicólogo. Y si no hubieras sido el psicólogo, ¿qué crees que hubiera sido de ti?

Hubiese seguido jugando, pero en ciertas épocas yo habría sido insoportable. Insoportable, ¿eh? Porque tú lo sabes (se dirige a Quique) que convives y has estado con mucho deportista de élite. Somos obsesivos, te abstraes de la gente, no escuchas, estás en tu mundo en plan: "¿Cómo he fallado esto? ¿cómo he perdido esto?" Y entonces nos hacemos un poquito insoportables. Ahora lo digo sin miedo, pero yo lo reconozco. Habría que haberme aguantado en algunas épocas.