Gana su quinto oro olímpico seguido y lo primero que hace es acordarse de sus platas: "He llorado mucho por la lucha"

Incluso sentado, la inmensidad de Mijaín López asombra al ojo humano. Retirado a sus casi 42 años el pasado martes tras colgarse el oro olímpico en los Juegos de París, idéntico botín al que consiguió en los de Pekín, Londres, Río y Tokio, ahí es nada, el mito cubano de la lucha respira tranquilo, sonríe y responde con sencillez a las preguntas de Relevo en la casa de Adidas, junto al icónico Moulin Rouge.

"Ya fue, estoy muy contento por el triunfo y por mi carrera, pero llevo toda mi vida en esto, desde los nueve años, yha llegado la hora de decirle adiós a la lucha", asegura con el reluciente oro colgado en un cuello que bien podría emplearse para sostener metales pesados. "Ahora me toca vivir la vida".

Apodado a partes iguales El Niño, El Terrible y El Gigante de Herradura, pequeña localidad cubana en la que nació y creció al oeste de la isla, López ha ganado mucho, muchísimo, casi siempre que ha salido a pelear, para ser ciertos, como demuestran sus cinco oros olímpicos, cinco títulos Mundiales y cinco oros en los Juegos Panamericanos, pero también ha perdido.

"Caí en algunas peleas y lloré por todas ellas", afirma mientras coge el vaso de agua más cercano y su reloj, también dorado, tintinea como la medalla de campeón. "Esto es lo mismo para cualquier deportista. Para poder ganar, debe existir la derrota, y a mí perder me ayudó mucho para el resto de mi carrera deportiva".

De todas sus finales entre Juegos Olímpicos, Mundiales y Panamericanos, 18 para ser exactos, López ganó 15, esto es, un apabullante 83% por ciento de las veces. Las tres derrotas, sin embargo, todas ellas en Campeonatos del Mundo, no han salido de su memoria.

"Perdí con atletas excepcionales", explica. "Primero, con el ruso Khasan Baroev, que fue quien me dejó fuera de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, uno de los días que más he llorado por este deporte. Me ayudó a crecer. Después, en el 2011 y 2015 perdí con el turco Rıza Kayaakp, un atleta también extraordinario".

"Me gustaría darle las gracias a ambos por abrirme los ojos", añade. "Por ayudarme a mejorar, por incentivar mis ganas de superarme y por existir en lo que ha sido mi carrera deportiva. Sin ellos no sería quien soy".

Tampoco sin su familia, a quien dice, le debe su carácter fuera de las competiciones. "Mi mamá es quien me puede ganar, ahora y siempre", confiesa entre risas quien nunca ha sentido, dice, la tentación de probar en ningún otro deporte de contacto. "Al final, no sé si soy el mejor luchador de la historia [sonríe], pero creo que los resultados así lo dicen".